Otra de mis lagunas: nunca he visitado la villa de Castello. Para ser precisos; lo que no he logrado es entrar en el jardín y el edificio. Y no porque no lo haya intentado. Pero hasta ahora siempre he encontrado las puertas cerradas. En parte por culpa mía, por no informarme previamente de los horarios. Pero no creáis que eso es fácil. El único modo de saberlos es a través de la fotocopia que cada mes, y no hay dos iguales, el guarda de turno cuelga en la cancela principal. Mi primer intento fue hace ya cuatro años en una abrasadora tarde del mes de julio. Habíamos tomado prestadas unas bicicletas con Alejandra Galarza sin saber que nos esperaba una pendiente que en su tramo final nos obligó a sudar la gota gorda. Llegamos cinco minutos tarde y nos quedamos con las ganas de entrar. Tuvimos que conformarnos con visitar la vecina villa de la Petraia que, eso sí, compensó sobradamente el esfuerzo. Pero, a pesar de que fue adquirida por Cosimo a los Salutati en 1544, no me consta que Eleonora residiera nunca en ella. Lo que hoy puede verse en ella, con los apabullantes frescos del Volterrano exaltando las glorias de la familia Médici, es el resultado de las transformaciones encargadas por sus hijos, Francesco y, sobre todo, Ferdinando.
A pesar de que lo he intentado un par de veces más, la villa di Castello se me sigue resistiendo. Espero conseguirlo algún día. Más que nada por conocer los jardines diseñados por Niccolò Tribolo, que posteriormente sirvieron de modelo para los del Boboli. Del edificio no espero mucho. Hoy día está ocupado por la Academia de la Crusca que es algo así como la academia italiana de la lengua, y, por lo que tengo entendido, apenas conserva rastro del paso de Eleonora. Y eso que fue, después de la de Poggio a Caiano, su villa preferida. Hasta que adquirió palazzo Pitti era, por su proximidad a la ciudad, las magníficas vistas y el aire fresco de la colina donde se encuentra, el lugar idóneo para las escapadas rápidas del agobiante y claustrofóbico ambiente de palazzo Vechio.

Entre los consuelos que Eleonora recibió durante las semanas que permaneció en la Villa di Castello con motivo de la convalecencia de su marido en otoño de 1544 se encontró, además de la oraciones del marqués del Vasto, una visita sorprendente: la de una mujer judía a la que conocía bien. La única noticia que tenemos de dicha visita es la carta que Lorenzo Pagni le envió a Pierfrancesco Riccio el 7 de octubre en la que no menciona expresamente el nombre. Tras informar al mayordomo de la progresiva recuperación del duque, (S. Ex.a sta molto bene) añade, como prueba de ello, que «ha pasado tiempo con una gentildonnahebrea que ha venido a ver a la Señora Duchesa, discutiendo sobre algunas sesudas cuestiones acerca de la fe (S. Ex.a […] sta molto bene, et ha passato tempo con una gentildonna hebrea che è venuta a vedere la S.ra Duchessa disputando alcune belle cose della fede; AdSF, MdP, 1171/6761/5/226). Aunque lo cierto es que Pagni no menciona su nombre, doy por supuesto, como han hecho unánimemente todos los estudiosos que se han referido a esta visita, que esta mujer no era otra que Bienvenida Abravanel.
Algunas puntualizaciones sobre la carta del secretario:
1. El hecho de que Eleonora recibiera a Bienvenida en Castello en unos días en los que, de eso tenemos muchos testimonios, se encontraba profundamente angustiada por la salud de su esposo, revela no solamente una relación previa con ella sino una relación de confianza. De hecho, estuvo lejos de ser una simple visita protocolaria. Bienvenida pasó tiempo en Castello lo que da a entender la satisfacción de Eleonora por tenerla a su lado.
2. Bienvenida no solamente era una mujer judía. Era una judía cuya familia había sido expulsada del Reino de Nápoles por el padre de Eleonora apenas tres años antes del encuentro en Castello. Ninguna de ambas circunstancias le importó lo más mínimo a la hija del virrey que, en este punto, mostró una libertad de espíritu que la sitúan a años luz de una cristiana pacata o de mente obtusa. De hecho, casi con toda seguridad, Bienvenida no fue a Castello por iniciativa propia sino que fue Eleonora quien requirió su presencia. Necesitaba hablar. Y lo más llamativo: Bienvenida entendió que los lazos que le unían con la duquesa eran más consistentes que el posible resquemor que pudiera albergar por la decisión de su padre.
3. A pesar de pertenecer a una comunidad religiosa que postergaba a las mujeres todavía más de lo que pudiera hacer el catolicismo, Bienvenida no era una judía cualquiera: era una autoridad en la interpretación del talmud. Cuando ochenta años más tarde un erudito judío de origen portugués afincado en Pisa, Imanuel Aboab, escribió un tratado para dirimir algunos puntos en disputa, la mencionó como una de las estudiosas más autorizadas (Inmanuel Aboab, Nomologia o discursos legales,Amsterdam, 1629; Salamanca: Ediciones Universidad de Salamanca, 2007). Y Cosimo, que no sabemos si la había conocido antes, se dio perfecta cuenta de ello. Sus inquietudes sobre el tema pudieron más que su debilitada salud en el momento de discutir con ella «alcune belle cose della fede». Ignoramos si Eleonora participó en la discusión. Lo que Lorenzo Pagni afirma es que debatió con Cosimo. Que la pareja ducal aceptara en su propia casa un envite de estas características resulta muy sintomático, no sólo de su propia aproximación a las cuestiones teológicas sino, seguramente también, del clima intelectual y religioso imperante en la Florencia del momento. El hecho de que Pagni destacara la presencia de Bienvenida y su discusión con Cosimo revela que no se trataba de un acontecimiento habitual. Pero sus palabras no transmiten ninguna sensación de escándalo por ello. Como mucho, de sorpresa.
¿Por qué esta mujer judía acudió a Castello para visitar a Eleonora y debatir con Cosimo? La clave para desvelar la relación entre ambas mujeres nos la proporcionó el propio Imanuel Aboab: a su juicio la mejor prueba del reconocimiento que en su tiempo tuvo «Doña Benvenida Abravanela» era que «mientras que estuvo en Nápoles siendo allí Visrey don Pedro de Toledo, quiso que su hija doña Leonor de Toledo se criasse debaxo de la disciplina de la señora Benvenida, y de su casa, y despues que casó con el Serenissimo gran duque Cosmo de Medices, y vino a ser Gran Duqueza de la Toscana, siempre en sus cosas se valia de la señora Benvenida, que habiatava en Ferrara, a quien llamaba madre, y como a tál la tratava y venerava» (Aboab, Nomologia o discursos legales, p. 304). Ignoro de donde sacó Aboab esta información que constituye otra de las referencias repetidas una y otra vez por los estudiosos de Eleonora.
Perdonadme que de nuevo descienda a los detalles pero me parecen significativos. De ser cierta la afirmación de Aboab, ¿qué explicación podía tener la decisión de don Pedro de Toledo (cabe suponer que en connivencia con su esposa María Osorio, una mujer extremadamente devota), de encomendar la educación de su hija Eleonora a unos judíos fervorosos como los Abravanel a los que en 1533 había hecho un amago de expulsar del reino de Nápoles? ¿Solamente les encomendó la de Eleonora o también a sus hermanos/as? Teniendo en cuenta que Eleonora vivió en Nápoles entre los 12 y los 19 años, ¿qué sentido debemos darle a la expresión «se crió»? ¿Cómo debemos entender la afirmación de que estuvo «debaxo de la disciplina de la señora Benvenida, y de su casa»? ¿Fue Bienvenida una simple institutriz dedicada a la enseñanza de materias concretas (quizá, especialmente, el Antiguo Testamento como supuso Janet Cox-Rearick) o su intervención incluyó otros aspectos? ¿Vivió la hija del virrey en la casa de los Abravanel como de la afirmación de Aboab podría desprenderse? ¿Intervinieron otros miembros de la familia en su formación? Sea como fuere, de lo que no hay duda es de que la relación entre ambas mujeres fue mucho más allá de la habitual entre una tutora y su pupila. No sólo porque siguieron viéndose una vez que la segunda se traslado a la Toscana sino, más significativo todavía, porque la duquesa, que «la veneraba», siguió siempre llamándola «madre». Aunque por edad podía ser perfectamente su abuela: entre ambas mujeres había una diferencia de cuarenta y siete años.
¿Cómo funcionaba la cabeza de un gobernante capaz de decretar, como finalmente hizo Pedro de Toledo en 1541, el destierro de las personas a las que había encomendado la educación de sus hijos? A pesar de los múltiples servicios prestados por la familia Abravanel a los gobernantes españoles, éste no era para Bienvenida y los suyos el primer éxodo. En 1492, a los diecinueve años, había tenido que abandonar la península ibérica para comenzar una nueva vida en el reino meridional de Italia. Lo hizo en compañía de su padre, Jacob, y sus dos tíos, Isaac y Yoséf, con sus respectivas familias. Todos ellos requirieron poco tiempo para alcanzar una prominente posición en su nuevo país, tanto entre sus correligionarios como entre las autoridades españolas. Isaac compaginó sus boyantes actividades financieras con sus inquietudes filosóficas y sus estudios exegéticos. Yoséf creó una red comercial dedicada a la distribución de grano y otros alimentos de primera necesidad. El padre de Bienvenida llegó a dirigir la comunidad judía. Cuando en 1511 los españoles decretaron la expulsión de los judíos de Nápoles, los tres fueron incluidos entre las 200 familias que se libraron de ella. El reconocimiento social siguió visitando a la siguiente generación de los Abravanel. El mayor de los tres hijos varones de Isaac fue el famoso filósofo y poeta conocido como León Hebreo; el segundo Yoséf, un prestigioso médico que trabajó al servicio del Gran Capitán, Gonzalo Fernández de Córdoba, el militar que había recuperado el reino de Nápoles para la corona española; el menor, Samuel, continuó con las actividades financieras de su padre y se casó con su prima Bienvenida. De este matrimonio nacieron al menos cuatro hijos, dos varones, Jacob y Judah y dos mujeres, Leticia, la mayor, que se casó con su primo Isaac, hijo de León Hebreo, y Gioia casada a su vez con su primo Jacob. A todos ellos se sumaría un hijo natural de Samuel, que llevó el mismo nombre de su padre al que Bienvenida acogió no sin ciertas reticencias. Sin duda, los Abravanel sabían lo que era practicar la endogamia. Todo fuera por proteger los intereses del clan (algunas noticias de la familia Abravanel en Enciclopedia Judaica).
¿Qué esperaba el virrey de Nápoles que aprendiera su hija en ese entorno? Bueno, sus vínculos con los Abravanel eran más intensos de lo que le hubiera gustado reconocer. El esposo de Bienvenida no solamente había amasado una inmensa fortuna sino que llegó a ser su tesorero, una posición que le permitió erigirse en el principal baluarte de lo que quedaba de la comunidad judía napolitana cuya dirección asumió tras el fallecimiento de su tío y suegro Jacob. Gracias a esa influencia sobre el virrey había logrado frenar en 1533 un nuevo decreto de expulsión. Pero no pudo evitar el de 1540. ¿Cómo recibiría Eleonora la noticia del destierro de su tutora?
Bienvenida tenía 68 años cuando hubo de empezar de nuevo. Al menos sabía donde dirigirse. Con su esposo y algunos de sus hijos se trasladó a Ferrara, donde el duque Ercole d’Este supo apreciar su contribución mejor que el virrey de Nápoles. Además, estaría más cerca de su antigua discípula convertida ahora en duquesa de Florencia. ¿Seguro que en la visita que le hizo en otoño de 1544 solo hablaron de «alcune belle cose della fede»? Cuando su marido falleció tres años después, en 1547, fue Bienvenida con 74 años, quien se hizo cargo del banco familiar de crédito. Algo inaudito en la tradición judía. Sus hijos se enfrascaron en un penoso pleito por la herencia de su padre que requirió la intervención de algunos de los principales rabinos de la comunidad. Pero no cuestionaron la autoridad de su madre que pronto amplió el campo de acción del negocio para incluir el territorio de la Toscana donde Cosimo lo acogió con los brazos abiertos. Les encargó la gestión de diversos bancos de préstamo en varias ciudades de la Toscana como Arezzo, Anghiari, Prato, Empoli, Cortona, Santsepolcro, Castrocaro, Borgo San Lorenzo, San Giovanni o Pescia. Jacob, el sobrino y yerno de Bienvenida, casado con su hija Gioa, se convirtió en uno de los banqueros de confianza del duque de Florencia y su representante financiero en Ferrara. Siguiendo sus consejos, Cosimo favoreció el establecimiento en Livorno de una comunidad judía procedente de levante con el objeto de impulsar los intercambios comerciales con el Próximo Oriente. ¿Tuvo Eleonora algo que ver en ello? Seguramente, los Abravanel fueron una valiosa fuente informativa de las actividades de los Este que por estos años mantenían una feroz guerra diplomática con los Médici. Aunque también contribuyeron al acercamiento entre ambas familias como lo prueba su intervención en la gestación del matrimonio entre Lucrecia de Médici y Alfonso II d’Este, el hijo del duque Ercole en 1588. Eleonora se hizo cargo de la mitad de la enorme suma de 200.000 ducados estipulada como dote de su hija; el resto se pagó con un crédito avalado por Jacob Abravanel (Bruce Edelstein, Nobildonne napoletane, p. 300).
Diversos autores han insistido en la influencia que Bienvenida pudo ejercer sobre las percepciones religiosas de Eleonora: su admiración por las heroínas bíblicas, algunas de las cuales, como Esther, tuvieron especial protagonismo en los frescos de su apartamentos privados, o su lectura del Antiguo Testamento, reflejada en las pinturas de su capilla. Sorprendentemente, apenas nadie se ha parado a pensar en la posible intervención de Bienvenida en la administración del patrimonio de Eleonora. De acuerdo, acepto que no dispongo de dato alguno que avale esta suposición. Pero sí de que la relación de Eleonora con la comunidad judía trascendió su vínculo con los Abravanel hasta el punto de que aquélla llegó a considerarla como una de sus principales benefactoras. La memoria de esta protección seguía viva cien años más tarde cuando otro erudito judío, Menashshèsh ben Israel, escribió un Elogio diEleonora di Toledo, moglie di Cosimo I, protettrice degli Ebrei Toscani (Amsterdam, 1650). Por más que lo he buscado, no he logrado dar todavía con este texto. Intuyo que no soy el único. Ni siquiera estoy seguro de que se conserve algún ejemplar.
Para saber más
Aboab, Inmanuel, Nomologia o discursos legales, (Amsterdam) Estampados á costa, y despeza de sus herederos, 5389 (i.e. 1629) p. 2, cap. 27 p. 304. Edición moderna: Moisés Orfali (ed.), Nomología o discursos legales de Imanuel Aboab, Salamanca: Ediciones Universidad de Salamanca, 2007.
Edelstein, Bruce, “Nobildonne napoletane e committenza: Eleonora d’Aragona ed Eleonora di Toledo a confronto”, en Quaderni Storici, 35:2, n. 140 (2000), pp. 295-329.
Margulies, S.H. “La famiglia Abravanel in Italia”, en Rivista Israelítica, III (1906), pp. 97-107.