He dedicado la mañana del domingo a intercambiar correos con amigos de Barcelona. Por lo visto, no hay otro tema que el de la situación política que se vive en Cataluña. Todos están muy preocupados y han perdido la esperanza que las posiciones enconadas sobre la independencia puedan llegar a aproximarse. Me llaman especialmente la atención las reacciones exaltadas de Ramon y Pepe. El primero es catedrático de derecho penal de la Universitat Pompeu Fabra, y el segundo trabaja en los servicios centrales de Caixabanc, la principal entidad financiera catalana que acaba de trasladar su sede por temor a que la situación social y económica se descontrole. Francesca, que a pesar de ser italiana está muy integrada en el mundo cultural barcelonés me escribe: “¿Qué pasa aquí? Estoy sin palabras. Necesito referencias históricas y políticas. También necesito iluminación. Nadie mejor que tú”. Siento tener que responderle que estoy tan confuso como la mayoría. Me entristece especialmente el mensaje de Bekka Burton que justo ahora que empezaba a sentirse cómoda en Barcelona, se plantea hacer las maletas para regresar a los Estados Unidos: I’m a bit worried about the state of Cataluña. I’m definitely moving back, in June or maybe earlier if things get really bad politically here”. Attilio Antonelli me escribe desde Nápoles: “Molte notizie da Barcellona…siate prudenti”. Trato de quitarle hierro al tema y le respondo medio en broma (pero sólo medio) que esto es como la revuelta napolitana de Masaniello que él tan bien conoce. “Pero le fue fatal…y siguieron los españoles virreynando” me responde con su divertido itañolo. Me da que pensar. No es el primero que en los últimos días me ha recordado las revueltas contra la monarquía de España en 1640 con la que esta situación guarda no pocos paralelismos. “Aquest dies he anat pensat en el diputat Tamarit a la presó, i en aquells jutges de la audiència com Rubí de Marimon que fugien o s’amagaven durant la revolta dels catalans…. s’estan complint els pitjors pronòstics”, me escribe Joan Pau Rubiés que si bien vive habitualmente en Cambridge viaja casi semanalmente a Barcelona. Francesc de Tamarit fue un miembro de la Generalitat encarcelado por oponerse a los planes de Olivares con Cataluña y Ramon Rubí de Marimón un representante del rey en Barcelona que protagonizó una penosa huida para ponerse a salvo de las iras de sublevados el día de Corpus. El Corpus de Sang, como es designado en los manuales escolares, que inspiró el himno nacional de Cataluña, Els Segadors, cuya letra contiene, en algunas versiones, párrafos hinchados de odio hacia los castellanos.
Me llegan también noticias de que en mi facultad. Los estudiantes (o al menos un grupo de ellos) están muy movilizados. Las concentraciones y las manifestaciones se suceden a diario en la plaza de la Universidad. Las clases se imparten de forma intermitente. En general la actitud de mis colegas es prudente aunque, por las informaciones que me llegan, una mayoría de ellos ha tomado partido por la independencia y si bien no participan en las manifestaciones de protesta, ve con buenos ojos que lo hagan los estudiantes. Uno de estos colegas, Agustí Alcoberro, ha sido designado la para encabezar la Asamblea Nacional Catalana, una de las organizaciones más activas en favor de la independencia, cuyo presidente acaba de ser encarcelado. ¿Cómo lo ves? Me preguntan todos mis interlocutores. ¡Qué suerte tienes de estar lejos!, me dicen otros. Trato de tranquilizarlos, aunque dudo de conseguirlo. Lo más importante es que no se rompa la convivencia en las familias, entre los amigos, vecinos y colegas, les digo. En mi interior me debato frente al dilema: como ya he escrito, una de las razones por las que decidí venir a Florencia fue para tomar distancia y adquirir perspectiva respecto a un clima político que puede llegar a resultar asfixiante hasta el punto de congelar el análisis racional y la actividad intelectual. Le doy vueltas a un correo que me escribió Franco Benigno a finales de agosto: “ójala que la historia nos ayude a entender la situación actual”, me decía. Pero, ¿cuál debería ser mi conducta como historiador y docente? En ocasiones pienso que mi mejor contribución es aplicarme al trabajo haciéndolo lo mejor posible. Aunque también entiendo los motivos de quienes piensan que en unas circunstancias como éstas la inactividad resulta inaceptable. Es difícil concentrarse en estas circunstancias.
Pot ser ens cal prendre distància i retrobar-nos amb la història per entendre i cercar solucions o pot ser millor un foli en blanc per tornar a començar, en tot cas el que hi ha és el que alguns i algunes volen en els dos fronts….. i és trist, molt trist voler justificar la democràcia així. La història ens ha d’ensenyar a aprendre del passat i a no repetir els mateixos errors, fets i discursos perquè cansen. Gràcies professor!
Ja veus Toni que avui m’he decidit a responder alguns comentaristas. Tot i que no resulta fácil comunicar-se amb alguma que no coneixes.