Desde hace ya unos días, Ruggero me viene insistiendo para que le acompañe a fare la corsa al parque de Le Cascine. Se ha propuesto firmemente quitarse algunos quilos de encima y piensa haber encontrado en mí el compañero ideal para correr un par de veces a la semana. Tengo mis dudas de que lo vayamos a conseguir, pero como todo es cuestión de comenzar, esta tarde hemos puesto nuestro plan en marcha.
En honor a la verdad debo decir que hoy no ha sido la primera vez que he recorrido este lugar a trote. Fue durante una breve estancia en julio de 2012 cuando un colega se empeñó, como ahora Ruggero, en que lo acompañara. Por lo visto, debo tener dotes de acompañante que desconocía hasta ahora. O quizá es que resulta fácil convencerme. Pero en aquella ocasión nos limitamos a dar un par de vueltas alrededor del ippodromo (mi forma física no daba para más), de modo que no me hice cargo ni de sus dimensiones ni de la variedad de la vida en esta parte de la ciudad casi desconocida para mí. De hecho, el parque de Le Cascine transcurre paralelo al río Arno en una zona que en su día se encontraba fuera de las murallas.
Aparcamos el Seat Ibiza en la plazoleta situada frente de la palazzina reale, una villa de recreo construida por el Gran Duque Pedro Leopoldo, un gobernante ilustrado al que le debía dar pereza desplazarse hasta alguna de las múltiples villas que los Médici poseían por toda la Toscana. Tras la preceptiva sesión de estiramientos, comenzamos a trotar. Como Ruggero es un firme defensor de que los primeros quilómetros hay que correrlos a un ritmo que permita mantener una conversación, aprovecha para explicarme la historia del lugar. Le Cascine (que como su nombre indica era una zona de granjas o las alquerías) fue durante siglos el lugar donde los Médici criaban sus vacas para la producción de queso y donde, eventualmente, venían a cazar. Cuando a finales del siglo XVIII el Gran Duque decidió abrir la zona a la ciudad, se transformó en un paseo elegante en el que la buena sociedad se daba cita para exhibir sus carruajes y las últimas tendencias de la moda. Le Cascine alcanzaron el momento de mayor esplendor durante los años, entre 1864 y 1871, en los que Florencia fue capital de la nueva Italia unificada. Pero el traslado de ésta a Roma conllevó el abandono de la actividad social que pronto fue sustituida por la deportiva. Tal como indican los diversos carteles con los que nos vamos cruzando, acoge todavía hoy canchas de tenis y fútbol, un velódromo, campos de tiro al plato y con arco, el hipódromo, una piscina pública entre otras instalaciones. A todas ellos se le han añadido los cuarteles del ejército y la policía. El último inquilino en llegar ha sido el Maggio Musicale Fiorentino que es el nombre de la ópera de Florencia. Un complejo de gusto dudoso e indisimulado afán de impresionar a los amantes de la lítica.
– Me parece que te estás olvidando de las prostitutas y los camellos, le interrumpo, antes de arrepentirme por haber abierto la boca.
–Así es, continúa, con un tono mucho menos entusiasta. En los últimos años el parque se ha convertido también en el lugar de concentración de todo un submundo que el comune, a pesar de todos los planes anunciados, se muestra incapaz de combatir.
Me doy cuenta de que he metido la pata porque súbitamente da por concluida la conversación y acelera el ritmo a la vez que nos adentramos en el viejo bosque de robles, encinas, olmos, arces y fresnos centenarios que por momentos apenas dejan entrar la luz solar.