¡Vaya sorpresa me he llevado esta mañana! Buscando información sobre las publicaciones de uno de mis colegas en la VIT he descubierto que no soy el único que ha tenido la idea de escribir un blog narrando su experiencia florentina durante este año. Se trata de Nicholas Baker, que enseña en la Macquarie University de Sidney, Australia. Hemos tenido varias conversaciones de lo más provechosas ya que ambos nos interesamos por el uso de las fuentes visuales en la investigación histórica. Su trabajo se ha centrado en la situación de Florencia en el final de la República y la llegada de los Médici al poder y ha escrito un libro titulado The Fruit of Liberty: Political Culture in the Florentine Renaissance, 1480-1550.
Para ser precisos, el autor del blog no es él sino su esposa Camilla. La conocí hace unos días mientras disfrutábamos de una suculenta cena al aire libre al final de un concierto de piano en la Limonaia. Nic y Camilla tienen dos hijos preadolescentes que han venido con ellos. Me parecieron la familia perfecta. Jóvenes, guapos, con una buena posición y todo el futuro por delante. Especialmente ella se mostró entusiasmada por la oportunidad que la vida le había ofrecido de pasar un año, me dijo, en uno de los lugares más maravillosos del mundo. Cuando le pregunté por sus planes para los próximos meses me respondió, con una sonora carcajada, que los pensaba dedicar a comer. Por lo visto es una apasionada de la gastronomía italiana y le encanta pasear por los mercados y gastar horas en la cocina experimentando con nuevas recetas. Han alquilado una casa con jardín e imponentes vistas cerca de la VIT en la colina de Fiesole. Me sentí algo apabullado ante una explosión tan clamorosa de la felicidad. Por eso, cuando hoy, sin poder resistir la tentación, he empezado a devorar su blog, me he quedado boquiabierto. ¿Por qué las personas sentimos la necesidad de proclamar que todo es maravilloso cuando la realidad es tan distinta?
Perdonadme que no os adjunte el link. No quisiera que la autora se sienta incómoda por divulgar confesiones destinadas, obviamente, a lectores situados en el otro hemisferio del globo. El post que escribió ayer se titula Italy and me y contiene fragmentos, que traduzco de forma bastante libre, como los siguientes:
Estamos a principios de octubre lo que significa que llevamos tres meses en Italia. Durante este tiempo hemos disfrutado de unas vacaciones maravillosas en Roma, nos hemos instalado en una pequeña casa a los pies de las colinas de Florencia, los chicos han empezado a asistir a una escuela en inglés, luego a otra en italiano, hemos hecho excursiones por el campo e, incluso, hemos realizado un par de viajes de un día para visitar algunas poblaciones cercanas. Creo que es justo reconocer que hemos hecho una gran cantidad de cosas durante el último par de meses. Por ello necesitaba hacer un recuento de como la vida está yendo ahora…algo que me ayude a hacer una revisión.
Siempre que decidimos trasladarnos de un lugar a otro, y lo hemos hecho ya unas pocas veces (Australia- Chicago- Italia- Chicago- West Virginia- Chicago- Sidney- Italia) me siento plenamente entusiasmada con la fabulosa idea del cambio, de comer cosas distintas, caminar nuevas calles y encontrar gente nueva. Sin embargo, siempre que esto ocurre, una vez realizado el espantoso vuelo, siento el peso de la realidad sobre mis espaldas y pienso «Mierda, ¿qué he hecho?… ¿otra vez?
Esta vez el choque con la realidad quedó amortiguado porque por primera vez tuvimos unas vacaciones familiares antes de empezar nuestra nueva vida y eso fue algo que me gustó. Comimos más helado, bebimos más vino y disfrutamos de las vacaciones así que, ¿qué más podía pedir? Sin embargo, una vez que dejas de lado la diversión y te sumerges en la realidad cotidiana es cuando empiezas a pensar ¿por qué diablos has tomado la decisión?, ¿por qué diablos no estudiaste más italiano antes de venir?
La vida cotidiana avanza. Nic va a trabajar, los chicos a la escuela (italiana) y yo voy… a ninguna parte. Entonces es cuando empiezo a pensar, ¿qué estoy haciendo?, ¿a donde estoy yendo? Una vez hecho el trabajo de la casa y caminado unos pocos kilómetros para hacer la compra, todavía me queda la mitad del día por llenar. Este iba a ser mi año para hacer algo nuevo, descubrir nuevos intereses, quizá incluso cambiar de hábitos y desarrollar tanto como pudiera mis intereses culinarios… ¡vivir un sueño!
Después de tres meses en mi ‘sueño’ han vuelto los ataques de ansiedad y ahora me hago más preguntas de las que nadie desearía hacerse sobre una misma. Miro mi actividad laboral en el pasado. Estaba llena: era caótica, ocupada, sin horas suficientes para todo lo que tenía que hacer y, sin embargo, ahora me doy cuenta es que no tengo nada en mi día excepto lo que hago por mi familia. No me malinterpretes, esto es importante pero lo que es más importante para una mente saludable es no perder de vista quien eres y qué haces en el mundo y sentir lo que has hecho.
A diario me pongo de los nervios por no hablar bien italiano y siento como si todo el mundo juzgara mis progresos. He ido a clases, tengo apps en mi teléfono para aprender y la inmersión diaria en la escuela y las tiendas etc. Pero, ¡soy patética memorizando las cosas! Igual que entran, salen de mi cerebro. Estoy empezando a pensar que no estoy hecha para esto. Cuando acabe el año apenas si estaré un escalón por encima de los principiantes.
La cuestión es saber qué voy a hacer con mi ansiedad. No puedo ir por la vida permitiendo que me domine, sobre todo, no en este año tan especial.
Me pone realmente enferma el sentimiento de desesperanza e inutilidad, así que he decidido buscar alguna actividad de voluntariado en la ciudad. Seguramente habrá alguna organización que pueda hacer buen uso de mis habilidades!! Otra decisión que he tomado es dejar de beber café, ¡no voy a esperar a Enero! hasta que me vuelva a sentir yo misma de nuevo (el insomnio es muy cabrón!). El café es estimulante y noto que cuando lo bebo pierdo los papeles. Aunque a Nic le disguste, no he tomado café durante 5 días y tampoco he tenido ningún ataque de ansiedad como los que me vinieron las semanas anteriores. No digo que esta sea la cura pero es seguro que me hace sentir mejor y ya no siento mis nervios de punta… veo la semana pasada como un lugar oscuro en el que no quiero estar.
Esta semana me encuentro mejor. En vez de guardármelo todo dentro y tratar de ser fuerte, he hablado finalmente con Nic y con algunos amigos de cómo me sentía (lo otro no funciona… ya que te hace sentir como si te estuvieras volviendo loco!) y me ha ayudado mucho. No es que esté mal, es sólo que necesito un motivo para estar aquí, algo que ofrecerme o que devolver a la comunidad y cuando lo encuentre la vida en Italia empezará a ser la realidad que quiero que sea para mí.
Ni me ha pasado por la cabeza juzgar a Camilla por querer aparentar en sus relaciones sociales. A fin de cuentas, ¿no es esto lo que hacemos todos, incluido yo mismo, en la Villa I Tatti? A diario nos sentimos en la obligación de declarar que somos las personas más afortunadas del mundo por poder estar en un lugar como éste. Al revés, leyendo sus líneas me he sentido muy cercano porque, en cierto modo, yo también soy Camilla Baker. Lo que peor me sabe es no se lo voy a poder decir. Que me siento igual que ella en mis progresos con el idioma (en mi caso el inglés), con la gestión de la cotidianidad. Que yo también me planteé este año como un alto en el camino de mi vida y que, después del impacto de la novedad, he descubierto que, por sí sola, la distancia no soluciona nada. La envidio porque intuyo que yo no voy a ser capaz de escribir con la sinceridad, desgarradora, con que ella lo hace.