Quedo a las 18:00 con Pilar y Valentin en la zona de taquillas de Palazzo Vecchio. Sea por el día y la hora (los lunes suelen ser especialmente tranquilos en Florencia después del aluvión de visitantes de los fines de semana) o porque el ritmo de la ciudad está completamente alterado por los preparativos de la visita del papa Francisco prevista para mañana, que han llevado al muncipio a cortar muchas calles del centro, lo cierto es que somos casi los únicos visitantes de un edificio habitualmente abarrotado. Mejor así. Nuestro objetivo principal está en el segundo piso que, durante la cena de ayer, Valentín insistió en conocer. En él se encuentra el llamado quartiere de Eleonora, esto es, el conjunto de habitaciones en el que se instaló nuestra protagonista el 14 de mayo de 1540.
Ese día, Cósimo escribió una carta a su suegro, el virrey de Nápoles, para anunciarle pomposamente que “siamo entrati in possessione del Palazzo Maggiore dove sono stanze regalj” (hemos entrado en posesión del Palacio Mayor donde hay habitaciones reales). Nada más lejos de la realidad. Al menos por lo que a las «estancias reales» se refiere. El edificio que Cósimo denomina Palacio Mayor y que la mayoría de los florentinos de la época conocían como palazzo dei Signori, de la Signoria o Palazzo in Piazza, no es otro que el actual Palazzo Vecchio, como empezó a ser designado años después cuando la familia Médici se trasladó al Palazzo Pitti.
La decisión de abandonar la residencia familiar en el Palazzo Médici de via Larga, que el joven matrimonio había cupado hasta entonces, ha sido frecuentemente interpretada como un gesto político para dar a entender claramente que Cósimo no era un ciudadano como otro sino el señor de la ciudad. Ahora sabemos que tras esta decisión subyacían razones más prosaicas. La propietaria del palacio de Via Larga construido por Cosimo il Vechio era Margarita, la hija del emperador Carlos V y viuda de Alessandro. En tanto que miembro de una rama secundaria de la familia Médici el duque no tenía ningún derecho sobre él. Ciertamente, Margarita estaba dispuesta a alquilárselo, pero sólo mediante el pago de una exorbitante cantidad que en esos momentos desbordaba con mucho las posibilidades de sus maltrechas finanzas. Por si eso fuera poco, se lo dejó completamente desamueblado. Es dudoso que, de no haber sido por eso, Cósimo y Eleonora hubieran decidido abandonar una magnífica residencia con todas las comodidades para instalarse en un viejo edificio con aspecto de fortaleza que, aunque había experimentado diversas reformas, seguía manteniendo la estructura diseñada hacía más de doscientos años. Aunque, quizá fuera justamente eso, su carácter de fortaleza, la razón principal para aconsejar la mudanza. De hecho, antes incluso de su matrimonio con Eleonora, el duque había comentado a su embajador Giovanni Bandini lo inseguro que se sentía en un edificio tan abierto como Palazzo Médici. No era para menos, habida cuenta del asesinato de su predecesor.
Por supuesto, Cósimo no estaba dispuesto a reconocer públicamente ninguna de estas razones, de modo que presentó la mudanza como una prueba de su autoridad. Pero, ¿a qué se estaba refiriendo con lo de las «estancias reales»? Desde luego, no a las habitaciones que él y Eleonora iban a ocupar. Palazzo Vecchio había sido concebido como un palacio republicano, un edificio para las actividades de gobierno que carecía de residencia, y menos aún de la residencia adecuadas para las necesidades de una familia ducal. Disponía tan sólo unas angostas celdas de aire conventual en el segundo piso para uso de una serie de cargos (el gonfaloniere, el notario y los priores) durante el breve periodo de dos meses en que desempeñaban sus funciones. Era por lo tanto un edificio que iba a requerir una profunda transformación para llegar a parecerse a una regia con habitaciones dignas de tal nombre.
Aunque es posible que se hubieran llevado a cabo algunas ligeras adaptaciones con anterioridad al traslado, lo que es seguro es que el desembarco de la familia con sus sirvientes estuvo plagado de incomodidades. Pocos días después de la mudanza, el secretario ducal Lorenzo Pagni escribió que todo estaba patas arriba (“è ingombrato da e’ camerieri del Signor Duca, dalle damigelle di Sua Excellenza et dalla guardarobba”) es decir, sin acomodo adecuado para los camareros del señor duque, las damas de la duquesa y sus pertenencias personales. Ciertamente, esta afirmación, aun describiendo con precisión la precariedad con la que se vio obligado a residir el sevício, resulta engañosa por lo que a Cósimo y Eleonora se refiere ya que da a entender que ellos sí que pudieron disponer desde el primer momento de unas habitaciones en condiciones. Nada de eso. Especialmente por lo que a Eleonora se refiere.
La florentina era una sociedad de origen mercantil en la que las mujeres, incluso en las mejores familias, habían sido relegadas tradicionalmente a un plano secundario. Esto tenía un reflejo directo en la disposición de las viviendas. La propia familia Médici no era ajena a esta práctica. Las descripciones que se conservan del uso de las diversas habitaciones de su palacio en Via Larga apenas mencionan a las mujeres. Aunque parece que Clarice Orsini, la esposa de Lorenzo el Magnífico, la mujer más influyente en la familia hasta el momento, disponía de una estancia propia, todo da a entender que ésta no era nada del otro mundo en comparación con las destinadas a los varones. ¿Se puede deducir de la declaración de Cósimo a su suegro que esto iba a cambiar con Eleonora? Las primeras adaptaciones que se hicieron del Palazzo Vecchio dieron a entender que así iba a ser. Aunque eso significara romper algunas inercias. Palazzo Vecchio era un edificio netamente masculino en el que el acceso a las mujeres, incluso entre el servicio, había estado siempre vetado. La única excepción, acompañada de no poco escándalo, había sido la de Argentina Malaspina, la esposa del gonfaloniere a vita Piero Soderini (1452-1522). Aunque, como para hacerse perdonar su osadía, lo había hecho de forma más bien discreta ocupando el mezzanino, una especie de entresuelo modesto y poco iluminado, alejado de las salas principales. Pero, claro está, éste no era lugar adecuado para una duquesa. Como mucho, para una viuda. El mezzanino fue asignado ahora a María Salviati, la madre de Cósimo. Toda una metáfora de su poder en la sombra, pudieron pensar algunos. Eleonora requería un lugar más digno. Y lo requería con urgencia. Así que los primeros trabajos de acondicionamiento comenzaron precisamente por lo que iba a ser su quartiere.

Palazzo Vecchio. Fachada principal. Las dos ventanas situadas sobre la puerta de entrada corresponden a las habitaciones de Cósimo, las dos del piso siguiente, de menor tamaño, al mezzanino ocupado por Maria Salviati y las dos superiores al apartamento de Eleonora
Por muy enamorados que estuvieran, Cósimo y Eleonora iban a ajustarse a las pautas dominantes entre las familias de rango, de modo que cada uno iba a tener su propio apartamento con dormitorios separados. Eso sí, conectados por una estrecha escalera de caracol. Una scala segreta, lo que, en realidad, significaba una escalera privada para uso exclusivo de Cósimo. El quartiere de Eleonora fue dispuesto en el segundo piso, donde anteriormente habían estado las habitaciones de los priores. El de Cósimo, siguiendo una disposición idéntica, en el primero. Entre ambos el mezzanino de Maria Salviati. “Il Signor Duca tiene lo appartamento di sotto, la signora Maria quel di mezzo et Sua Excellenza [Eleonora] quel di sopra”, informó Lorenzo Pagni. Hasta aquí, todo normal. Sin embargo, el del Palazzo Vecchio fue (al menos según Hilaria Hope) el único caso conocido en Italia en el que los apartamentos de los esposos no sólo estaban separados sino también en pisos distintos. Lo habitual en otros lugares era que ambos se encontraran en el piano nobile compartiendo la capilla (cosa que aquí no se daba), el salotto de las reuniones familiares empleado también para las comidas (lo que aquí sí que se daba si bien se encontraba en el piso de Eleonora) y un dormitorio compartido, aunque fuera de modo esporádico, aquí inexistente. ¿Eran estas novedades una exigencia impuesta por la rigidez de un espacio concebido para otras funciones o respondían a un programa de vida previamente meditado?
Sea como fuere, la decisión de asignar una zona del palacio para uso exclusivo de Eleonora, iba más allá de las simples cuestiones domésticas. El proyecto, realizado bajo la dirección de Giovan Battista del Tasso, consistía en transformar el viejo palacio republicano en el escenario de una corte principesca, algo completamente ajeno a la tradición política florentina. ¿Dónde entonces encontrarían un ejemplo en el que inspirarse? La respuesta de Andrea Gâldy, en la línea de lo que recientemente han apuntado otros estudiosos, es tajante: en las tradiciones cortesanas española y, sobre todo, napolitana, que tan bien conocía Eleonora por lo que había visto hacer a su padre en la fortaleza de Castelnovo. En consonancia con esta tradición, que otorgaba a las mujeres una destacada presencia pública, Eleonora debía tener también su propia agenda lo que exigía al menos un lugar donde despachar los asuntos y otro donde recibir visitas. Por supuesto, sin descuidar las reglas del decoro que exigían que las dependencias femeninas estuvieran lo más lejos posible de la entrada del edificio. De ahí, la elección del segundo piso.
El apartamento de Eleonora constaba de cinco salas principales que hoy día son designadas en las guías del palacio por el nombre de las protagonistas de las historias pintadas al fresco en las bóvedas por Giovanni Stradano: Gualdrada, Penélope, Esther y las Sabinas más la conocida como camera verde por los frescos de paisajes hoy desaparecidos pintados por Ridolfo del Ghirlandaio. Esta última se abría a su vez a tres habitáculos de tamaño reducido: la capilla (que merece un capítulo aparte y de la que espero hablaros pronto), el retrete (quizá lo haga más adelante) y el scrittoio, decorado por Francesco Saviati con escenas que evocaban la fertilidad, amueblado con un mueble dispuesto de compartimentos para el archivo de los documentos (también espero decir algo sobre ellos más adelante) y cajones apropiados para la custodia del dinero. Del mucho dinero que Eleonora llegaría a amasar con el transcurso del tiempo.
La interpretación del significado preciso de las pinturas de estas salas ha sido objeto de vivas discusiones que dejo para otra ocasión, en parte porque, diversamente a lo que la información que reciben los visitantes de palazzo da a entender, apenas formaron parte de la experiencia visual de Eleonora ya que fueron encargadas en el marco de la segunda gran campaña de remodelación del edificio conducida por Giorgio Vasari en los últimos años de su vida y concluidas apenas unos meses antes de su muerte.
Aunque, quizá la principal de las malas pasadas que el museo del palazzo hace a sus visitantes es la de obligarles a realizar un trayecto que sigue justamente el sentido inverso del que estaba originariamente previsto. Puedo entender que éstos no utilicen la diminuta portezuela que habitualmente empleaba Eleonora situada entre la sala verde y la sala de las Sabinas a través de la cual se dirigía al piso inferior; pero entrar en su apartamento directamente por la sala verde, como ahora se hace, es como entrar a una casa por la cocina. Puede parecer una cuestión menor pero no lo es: esta clase de edificios monumentales se entiende solamente a la luz de su conjunto ya que las salas no estaban concebidas como compartimentos estancos, sino que adquirían un significado preciso en el diálogo que mantenían entre sí. Este es el tipo de problemas que se generan cuando se decide catalogar esta clase de edificios como museos, algo que me parece una atrocidad injustificada. Por mucha calidad que tengan las pinturas y objetos que el visitante puede contemplar, aquí no se «expone» nada. Estas pinturas y objetos sólo se entienden a la luz de la vida que transcurrió entre las paredes del edificio.
¿Qué función tenía cada una de estas habitaciones? Depende de cada momento, ya que su uso no sólo era polivalente sino también cambiante en función de las necesidades. De lo que podemos estar más seguros es de que el centro de la actividad de Eleonora fue la sala verde en la que recibía diariamente a sus secretarios, realizaba sus negocios y mataba las horas con sus pasatiempos favoritos, principalmente los juegos de naipes.
A pesar de las conjeturas de los estudiosos, seguimos sin estar seguros de cual ocupaba su dormitorio. En el inventario general de los bienes del palacio que se realizó en 1553 se menciona la sala de Ester como aquella «dove dormono loro Ecscelenze» si bien otras informaciones dan a entender que, al menos en algunas épocas, utilizó como dormitorio la sala de Penélope. Aunque esta clase de cuestiones tienen poco recorrido tratándose de un lugar en el que la vida alteraba cualquier planificación. ¿Cómo hay que entender la afirmación de que la sala de Ester era aquella donde duermen sus excelencias? ¿Significa que dormían habitualmente juntos a pesar de que Cósimo tenia oficialmente su propio dormitorio? ¿Que lo hicieron durante algunas temporadas? Bueno, eso seguro que fue así, al menos mientras se realizaban las reformas necesarias en el apartamento del duque.

Terraza de Eleonora también conocida como terrazzo di Saturno por las pinturas del artesonado
Una de las razones principales de que la vida desbordara siempre cualquier previsión, fue la rápida llegada de una numerosa prole. A medida que eso fue ocurriendo, se hizo necesario acondicionar las habitaciones del tercer piso, situadas justo encima del quartiere de Eleonora con el que estaban conectadas mediante una escalera privada, que en muchos documentos aparecen mencionadas como le sale dei signorini (las salas de los señoritos). Sabemos que entre 1549 y 1555 fueron realizadas múltiples reformas en esta parte del edificio en el que la propia duquesa acostumbraba a pasar cada vez más horas, hasta el punto de llegar a convertirse en el espacio más privado de la vida familiar. Esta fue, más incluso que su propio apartamento, que tenía un carácter semipúblico, la zona de la casa que la duquesa controló a su antojo. Además de los dormitorios, sus hijos disponían en ella de salas para jugar y recibir las lecciones de los tutores. En ella estaban también los cuartos de sus damas de compañía de máxima confianza: Maria Pimentel e Isabel Reinoso. La prueba de que ahí Eleonora se movía a sus anchas es que se hiciera acondicionar dos cámaras (conocidas como salas doradas por el color del artesonado), para custodiar sus más preciados objetos personales y el que fue seguramente uno de sus lugares más queridos: il terrazzo que ofrecía espectaculares vistas de la vertiente sur-oriental de la ciudad, con la fachada y campanile de Santa Croce recortados sobre el fondo de las estribaciones de los Apeninos. Un espacio en el que, a falta de jardín, pudo plantar sus amados «orticini» en el que hizo instalar también un columbario y una jaula para criar «zibetti», esto es, las ratas almizcleras de las que se extraía la preciada esencia perfumada. No era la terraza de Castelnovo con su inigualable perspectiva del golfo de Nápoles ni los jardines de las villas del Castello o Poggio a Caiano, pero era todo lo que se podía pedir a un complejo incrustado en el corazón de la ciudad.
Es una lástima que hoy no hayamos podido visitar esta parte del edificio.
- «No hay personal suficiente para abrirlo», hemos recibido por toda explicación>.
Aunque en honor a la verdad, debo reconocer que tampoco nos hubiera dado tiempo de hacerlo con tranquilidad ya que a las 8 me esperaban en la Accademia dei Ponti y Pilar que renqueaba de una pierna no parecía estar en las mejores condiciones para subir escaleras. Otro día será.
Para saber más:
Cross, A., Le camere dell’illustrissima signora duchesa Eleonora Toledo, M.A. Thesis, Syracuse University, Syracuse (N.Y.), 1990.
Edelstein, B.L., The Early patronage of Eleonora di Toledo: the camera verde and its dependencies in the palazzo vecchio, ph. Disertation, Harvard University, 1995.
Edelstein, B.L., “The camera verde. A public center for the duchess of Florence in the Palazzo Vecchio” en Mélanges de l’École Française de Rome. Italie et Méditerranée. Representation et identité en Italie et en Europe (XV-XIX siècle), tomo 115 -1- 2003, pp. 51-87.
Gáldy, Andrea M., “L’appartamento di Eleonora di Toledo in Palazzo Vecchio: la scena della nuova Isabella la Cattolica” en Le donne Medici nel sistema europeo delle corti XVI-XVIII secolo, en Calvi, Giulia, Spinelli, Riccardo (a cura di), Firenzze, Polistampa, 2008.
Gáldy, A.M., “Tuscan concerns and Spanish Heritage in the decoration of Duchess Eleonora’s apartment in the Palazzo Vecchio”, en Reinassance Studies, XX, 3, 2006, pp. 293-319.
Gáldy, Andrea M. and La France, Robert, “Golden Chambers for Eleonora of Toledo: Duchess and Collector in Palazzo Vecchio”, en Susan Bracken, Andrea M. Gáldy, and Adriana Turpin, Women Patrons and Collectors, Newcastle upon Tyne, Cambridge Scholars Publishing, 2012, pp. 1-34.
Hoppe, Illaria, “A Duchess’ Palace at Court: The Quartiere di Eleonora in the Palazzo della Signoria in Florence” en Eisenbichler, K. (ed.), The Cultural World of Eleonora di Toledo. Duchess of Florence and Siena, pp. 98-118.
Marcolin, Massimo; Pacetti, Paola, “I quartieri di Cosimo I e di Eleonora di Toledo nel Palazzo Ducale dal 1540-1562”, en Medicea, 6, junio de 2010, pp. 20-31.
Veen, Henk Th. van, “Florence’s sovereignty amd imperium depicted: the Sala di Gualdrada in the Palazzo Vecchio” en Anton W.A. Boschloo, Aux Quatre vents, Florence, Centro Di, 2002, pp. 231-235.