Comienza la jornada con un correo sorprendente dirigido a todos los investigadores de la VIT.
Dear All,
The date for this year’s vendemmia has been settled for Monday next week, September 21. The vendemmia is always a moment in which we try to get the best possible result out of the grapes, since this will then impact the wine we make. The parameters for picking the grapes are complex and the date is determined by the best combination of sugar content, so called fixed acidity, health of the grapes, weather forecast, etc. Most parameters evolve relatively slowly but the weather conditions do not. Forecast for next week is not at all good (even though such long term forecasts are not too reliable) so we have decided to have the vendemmia next Monday, which should be sunny. Sorry not to be able to give more notice.
Starting from 8 am, all interested participants can enter the gate of the vineyard located along the street that leads to the church of San Martino a Mensola. The farmers will be already there, you are advised to follow the sound of their voices to locate them in the field. They will provide you with the necessary tools. Please remember to wear old, comfortable clothes and shoes. You are welcome to bring spouses, partners, and children.
A light snack and refreshments will be provided mid morning. There will be a regular lunch so please sign up as usual.
If you have any questions please ask at the reception desk.
Kind regards
Confieso que nunca antes había leído un análisis tan rigurosa sobre el momento adecuado para la vendimia como éste firmado por Simonetta Pinto, que más que una asistente de la oficina de administración del centro parece una avezada viñadora. ¡Y yo que pensaba que había llegado hasta aquí para concentrarme en la investigación sobre Eleonora!
Tanto este correo como mi entrada del pasado día 10 pueden resultar sorprendentes sin tener en cuenta la visión de Bernard Berenson creador e inspirador de Villa I Tatti, Así que pido disculpas por no haberlo presentado antes.
Nacido en Vilna (Lituania) en 1865, su nombre de pila era en realidad Bernhard Valvrojenski. Cuando tenía 10 años su familia de origen judío emigró a Boston donde no solamente cambió el apellido sino que abandonó el judaísmo por la fe de la iglesia episcopaliana. A pesar de que su padre nunca pasó de ser un modesto vendedor ambulante, el joven Bernard logró ser admitido, gracias a su talento y las ayudas econónimcas que recibió, en la elitista Universidad de Harvard. Allí su interés se centró en la literatura y en la lenguas muertas y orientales. Y en establecer lazos con lo más granado de la alta sociedad bostoniana. Al concluir sus estudios en 1887 siguió tirando de ayudas para viajar por Europa. Fue entonces cuando se produjo su epifanía (algo similar a lo que le ocurrió a Edward Gibbon frente a las ruinas del foro romano) y decidió que consagraría el resto de sus días a estudiar el arte del Renacimiento. Comenzaban años de intensa productividad científica con la escritura de una serie de libros en los que fusionaba algunas teorías en boga sobre la percepción psicológica de la obra de arte con las cualidades del buen tasador. Algunos de ellos obtuvieron de forma inmediata el reconocimiento de los expertos: The Venetian Painters of the Renaissance with an Index to their Works (1894), Lorenzo Lotto (1895), The Florentine Painters of the Renaissance (1896), The Drawings of the Florentine Painters (1903) el más aclamado o The North Italian Painters of the Renaissance (1907). Se convirtió en una autoridad mundial sobre la materia. Años más tarde, The Italian Painters of the Renaissance (1930) se erigía, con sus múltiples reediciones y traducciones a diversos idiomas, en una referencia imprescindible.
En medio de esta intensa actividad, se reencuentra con Mary Smith Whithall Pearsall Smith, procedente de una acaudalada familia de Pennsyvania a la que había conocido en Harvard, que salía de un divorcio con un político inglés. Juntos realizan un viaje por Italia. En 1900 deciden casarse y establecerse en Florencia. Pero buscan una vida tranquila y no quieren vivir en la ciudad. Alquilan a un aristócrata inglés expatriado una vieja granja situada en la pendiente de la colina con conduce de Setigliano a Fiesole. Un lugar junto al torrente Mensola pleno de resonancias míticas en el que Boccaccio había ambientado el Decameron y Miguel Ángel transcurrido una parte de su infancia. En 1907 fallece el propietario. Es el momento de comprarla y transformarla, gracias sobre todo a la fortuna de Mary, en una auténtica villa toscana. Hurgando en las viejas escrituras descubren que la ahora maltrecha construcción había sido levantada en el siglo XVII por la familia Tatti. La destartalada granja se convierte así en la Villa i Tatti. Como no hay villa sin jardín, solicitan un proyecto a Cecil Pinsent, un joven sin experiencia en estos menesteres que recorre la Toscana realizando bocetos antes de ponerse manos a la obra. El resultado fue un espectacular jardín anglo-italiano que le dio a su autor fama internacional. Era el año 1915 y el proyecto de la Villa i Tatti estaba sustancialmente concluso.
- Mary Smith Whithall Pearsall Smith y Berenson
Pero Berenson no pretendía una simple residencia por lujosa que esta fuera. Ya en el mismo año de 1915 expresó su intención de convertirla en lugar de encuentro y convivencia de estudiosos de su amado Renacimiento que a su muerte legaría a la universidad a la que todo se lo debía. Claro que un proyecto tan ambicioso como este exigiría una fuerte inversión económica. ¿De donde iba a obtener los recursos? Por esas fechas ya había descubierto que por mucho éxito que tuvieran, los libros nunca se los iban a proporcionar. Además de escribir se dedicaría a asesorar a las grandes fortunas americanas locas por adquirir obras de arte. Tenía experiencia de hacerlo con la excéntrica y multimillonaria viuda Isabella Stewart Gardner que había confiado ciegamente en Bernard para nutrir el museo que había creado en Boston. Aunque el golpe de gracia le llegó de la mano de Joseph Duveen, el más influyente marchante de arte antiguo del mercado americano. El acuerdo secreto entre ambos era sencillo: con la autoridad que le otorgaban sus estudios, Berenson atribuiría a la mano de artistas de primera línea obras de origen desconocido con lo que su valor en el mercado se dispararía. A cambio llegaría a recibir hasta el 25% del precio de su venta. De ello no necesariamente se desprende que sus atribuciones fueran intencionadamente erróneas. Pero sí que se produjo un conflicto de intereses causante de muchas suspicacias. Se vio envuelto en algunos procesos judiciales. El más conocido de todos fue el que llegó a la corte de justicia de Nueva York por una copia de La Belle Ferronière supuestamente pintada por el propio Leonardo Da Vinci que no superó la prueba de su comparación con el original conservado en el museo del Louvre. La polémica sobre algunas de sus atribuciones sigue abierta. Estudios recientes han puesto de manifiesto que un buen número de ellas fueron, en el mejor de los casos, muy optimistas. Sea como fuere, esta práctica le permitió amasar una fortuna que invirtió principalmente en hacer realidad su proyecto de Villa I Tatti. Un proyecto que sobrevivió, casi milagrosamente, durante el ventenio fascista y la Segunda Guerra Mundial: a pesar de la hostilidad que le manifestaron las autoridades italianas y alemanas del momento, Berenson se las ingenió para mantener intactas la villa y su colección artística.
Pero, ¿en qué consistía su proyecto intelectual? Las líneas maestras las trazó en un breve escrito que tituló “on the future of I Tatti” dirigido en el verano de 1956 a la Universidad de Harvard con la petición de que fuera respetado cuando, tras su muerte, pasara a ser una institución abierta a los investigadores. Tal como había ya mencionado en ocasiones anteriores, la VIT debía ser algo así como un monasterio laico habitado por una comunidad de estudiosos de la cultura mediterránea a través del arte. Se manifestaba abiertamente contrario al estilo académico con sus rivalidades y obsesión por los títulos. A cambio defendía un proceso de maduración lenta del pensamiento basado en el estudio de las grandes cuestiones (I would like them to write about the way artists and their works have been appreciated through the ages rather than to concentrate on the material history or the provenance of the given work of art), la conversación erudita (que juzgaba tan importante como la escritura) y la contemplación en estrecho contacto con la naturaleza.
Para facilitar este último objetivo Berenson invirtió grandes recursos en adquirir las tierras que rodeaban la villa “de modo que sirvieran como protección contra la invasión de los suburbios y promoviera un sentimiento de espacio libre y distancia). A su muerte, la propiedad, que incluía una segunda villa (il villino) en las ladera de la Vincigliata, el antiguo convento anexo a la iglesia de San Martino a Mensola y diversas edificaciones menores para alojar a los investigadores, constaba de 30 hectáreas.
Falleció en 1959 a la edad de 94 años. La VIT abrió sus puertas en 1961 acogiendo a seis investigadores, un número que se fue incrementando paulatinamente en los años siguientes. De acuerdo con los datos proporcionados por su página web, desde entonces han pasado por ella más de 700 fellows y profesores invitados procedentes de los cuatro puntos cardinales.
Pienso que ahora se entenderá un poco mejor tanto el sorprendente estilo de vida que expliqué en la entrada del pasado día 10 como el correo de Simonetta Pinto. Así que el próximo lunes toca vendemmia.
Nota: la información sobre Bernard Berenson, una figura decisiva en los estudios artísticos de la primera mitad del siglo XX, es muy abundante. La propia página web de la VIT proporciona mucha aunque, comprensiblemente, pasa por encima de los puntos más oscuros de su trayectoria. Por ello me limito a aconsejar algunos de los testimonios escritos por personas que lo trataron directamente.
Robert Cumming. My Dear BB: The Letters of Bernard Berenson and Kenneth Clark, 1925-1959 (2015).
Richard Davenport-Hines, Letters from Oxford: Hugh Trevor-Roper to Bernard Berenson (2006).
Patricia Luce Chapman: «To Bernard Berenson with Love» (2005).
Kenneth Clark, Another Part of the Wood (1974).