Concluido el capítulo de las presentaciones de los fellows, desde hace unas semanas se ha puesto en marcha en la VIT el programa de seminarios con investigadores invitados. Está previsto tenerlos los jueves a las 5 de la tarde en el Gould Hall. Ignoro cual es el criterio que se sigue para la selección de los ponentes aunque me da la impresión de que al final todo depende de la decisión de Alina Payne. Tampoco me queda claro el motivo por el que algunos de estos encuentros son abiertos al público general y otros, en cambio, restringidos a los investigadores del centro. La verdad es que no me he tomado mucho interés en saberlo.
Hoy estaba anunciada la intervención de Suzanne G. Cusick, con el título «Men, Hearing, Women, in Medicean Florence: Toward a Gendered Acoustemology». Se trata de una profesora de música en la New York University interesada, como el título de su intervención deja claro, en la perspectiva de género en relación a la cultura sonora italiana de los inicios de la Época Moderna. Pasó un tiempo trabajando en la VIT donde, según se afirma en la breve nota biográfica que se nos ha distribuido, pergeñó uno de sus libros más reconocidos, Francesca Caccini at the Medici Court: Music and the Circulation of Power, que fue premiado como el mejor libro del año por la Society for the Study of Early Modern Women. Reconozco que no tenía ni idea de la existencia de esta sociedad aunque, en descargo mío, debo decir que resulta casi imposible conocer tantas sociedades de historiadores como existen en el mundo académico norteamericano. He consultado su sitio web (http://ssemw.org), que me ha parecido especialmente interesante. Tendré que dedicarle más tiempo a explorarlo con detalle.
Lo que más me interesaba de la sesión de hoy no era, sin embargo, la perspectiva de género sino el lugar de la música en el panorama cultural de la Florencia de la época. Lamentablemente, trabajo en un ámbito académico en el que la fragmentación de los departamentos universitarios hace que los historiadores apenas tengamos ocasión de encontrarnos con los musicólogos. Con ello nos perdemos una dimensión de la realidad, las experiencias sonoras, que, en el pasado como en la actualidad, marcó profundamente la existencia de las personas. Como ya os comenté, la posibilidad de colaborar con Anna Danilevskaia me abrió un horizonte desconocido hasta entonces para mí. Pero Anna es principalmente una intérprete de música antigua cuyo interés se centra en los compositores, los intérpretes, los instrumentos y las partituras. Posteriormente, Tess Knighton, una musicóloga inglesa que ha enseñado durante muchos años en la Universidad de Cambridge y ahora vive en Barcelona, me enseñó que el campo de interés de los especialistas se ha ensanchado en los últimos años de forma considerable para incluir las más variadas manifestaciones del universo sonoro. ¿Qué oía la gente en el pasado mientras caminaba por las estrechas callejuelas de las ciudades normalmente abarrotadas de transeúntes? Desde luego, algo muy distinto a lo que oímos nosotros, habituados al ronquido de los motores y el claxon de los automóviles. A Tess le interesa especialmente el sonido de las campanas que tañían secuencialmente en las torres de las numerosas iglesias.
Rompiendo mi costumbre, esta tarde he decidido acercarme al Salone Sassetta para tomar el té antes del seminario. Nada más entrar me ha llamado la atención la presencia de un desconocido en animada conversación con Jonathan Nelson. Vestía con traje y corbata, algo poco habitual en la VIT. Tendría unos sesenta años, corta estatura, formas orondas, cejas arqueadas, cabello ralo y, sobre todo, era muy expresivo. Sus brazos se movían con tal vehemencia que parecía milagroso que la taza que sostenía no saliera volando por los aires. ¿Dónde he visto antes a esta persona? No he logrado caer en la cuenta hasta unos minutos más tarde ya de camino hacia la sala de reuniones. Se trata de Edward Goldberg.
- Edward Goldberg
- Médici Archive Project
En realidad, no lo había visto nunca antes. Al menos directamente. Pero sí en el video de una conferencia que pronunció en la Library of Congress de Washington sobre los judíos y la magia en la Florencia de los Médici, el tema de uno de sus últimos libros. Lo recuerdo perfectamente, no solamente por el contenido de la charla sino por lo accidentada que ésta resultó a causa de un micrófono que se resistía a funcionar. He leído también algunos artículos suyos ya que Goldberg se ha interesado durante años por un tema muy similar al mío, las relaciones culturales entre los Médici y España, si bien en un periodo algo posterior al que yo estudio. Pero, sobre todo, Goldberg es para mí el fundador del Medici Archive Project sin cuya ayuda nunca me hubiera decidido a emprender la investigación sobre Eleonora.
El Médici Archive Project (MAP), es ante todo un sitio web dedicado a la publicación de documentos de la familia Médici conservados en el Archivio di Stato di Firenze. Ignoro las razones que llevaron a Goldberg a embarcarse en una aventura tan ambiciosa como esta. Sin duda, es un enamorado de Florencia, donde reside desde hace muchos años. A pesar de que no todos mis colegas comparten el entusiasmo por esta iniciativa, personalmente, nunca le estaré suficientemente agradecido. Si le echáis una ojeada (aunque hay que registrarseantes para acceder a los documentos) entenderéis mis razones. El MAP me ha permitido localizar y leer en la pantalla del ordenador casi 900 documentos relacionados con Eleonora. De no ser por ello, hubiera necesitado varios años de trabajo, consultando decenas de volúmenes, en el Archivio. Cosa que, casi con toda seguridad, no hubiera podido hacer. Cada uno de los documentos transcritos está acompañado por un breve resumen de su contenido (por lo general, muy bien hecho) y anotaciones de gran ayuda para identificar las personas y lugares que en él se mencionan. Por si esto fuera poco, el MAP dispone de un potente motor de búsqueda que permite establecer conexiones entre fechas, lugares, personajes y acontecimientos. A pesar de ello, entiendo también los motivos de la desconfianza de mi amiga Paola Volpini, que acaba de publicar un magnífico libro sobre las relaciones diplomáticas de los Médici con España y es, por lo tanto, una muy buena conocedora del tema.
–«Ten en cuenta, me recordó al verme tan entusiasmado con el el MAP, que los documentos transcritos no sólo han sido previamente seleccionados con criterios que en ocasiones resultan discutibles, sino que, además, se ofrecen tan sólo en fragmentos».
Paola está convencida, y en esto le doy toda la razón, de que el significado de los textos depende del contexto en el que se encuentran. En otras palabras, según ella, un buen investigador tiene que “tocar y oler” los documentos para entenderlos. Por fortuna para mí, el principal responsable de la transcripción de los documentos sobre Eleonora fue Bruce Edelstein, durante un tiempo becario del MAP, y que es, sin duda alguna, el mejor conocedor de mi personaje. Sabía perfectamente lo que hacía cuando los seleccionaba y decidía los párrafos más interesantes. Sea como sea, los historiadores tendremos que asumir que nuestra forma de trabajar ha cambiado mucho, y lo va a hacer todavía más en los próximos años. Iniciativas como el MAP están proliferando en muchos países. En el caso de España se trata del Portal de Archivos Españoles (PARES). ¿Llegará un momento en el que ya no será necesario desplazarse a los archivos para realizar una investigación de historia? Estoy convencido de que si esto ocurre, los que nos dedicamos a este oficio ganaremos mucho en comodidad pero nuestro trabajo se tornará más solitario (los archivos son un lugar de encuentro) y, en conjunto, me parece, se empobrecerá. De momento ya está ocurriendo que muchos archivos niegan a los historiadores la posibilidad de consultar directamente aquellos documentos disponibles en la red.
Después de todo esto, no podía dejar escapar la ocasión de saludar a Edward Goldberg, de modo que he aprovechado la primera oportunidad mientras esperábamos la llegada de la ponente. Quizá porque se encontraba algo desubicado al no conocer a muchos de los presentes que departían en animados corros, me ha recibido con gran entusiasmo. Más todavía, cuando le he expuesto mis intereses. Como he dicho, él se ocupó durante un tiempo de las relaciones entre Florencia y España. Antes de que empezara a detallarle mi proyecto, me recomienda encarecidamente, el catálogo de la exposición que se presentó hace ya algunos años en los Uffizi, Norma e capriccio: Spagnoli in Italia agli esordi della «maniera moderna». «A brilliant and eye-opening show» me asegura. No tenemos tiempo para más. Está a punto de comenzar la sesión y tomamos asiento juntos alrededor de la gran mesa central, no sin antes intercambiarnos nuestras respectivas tarjetas. «Tenemos que seguir hablando, me dice. Pronto viajaré a los Estados Unidos para pasar las Navidades, pero a la vuelta podemos quedar un día en mi casa que está muy cerca de las Piazza Beccaria» Me sorprende su disponibilidad.

Suzanne Cusick
Suzanne Cusick resulta ser una mujer extremadamente delgada y seria. Su vestido, negro sin concesiones, contrasta con su cabello cortado a lo garçon, de un blanco impoluto. Sus gafitas redondas le confieren todo un aire de intelectual neoyorquino. Aunque, quizás, eso son prejuicios míos. Habla con un tono de voz casi inaudible. Trato de poner toda mi atención porque el argumento me resulta de entrada chocante. Siguiendo los cánones cada vez más extendidos entre mis colegas, comienza contando una historia para captar la atención del auditorio.
En la noche del 3 de julio de 1620, el hijo de un antiguo primer secretario del Gran Ducado de Toscana, fue arrestado en la habitación de una mujer considerada la mejor cantante de Florencia. Como no se trataba de una mujer cualquiera sino de una monja de clausura del convento de Santa Verdiana, el hombre fue acusado del crimen de «sacrilego stupro.» Se defendió alegando que no buscaba ningún tipo de placer erótico basado en el contacto carnal sino la satisfacción que le producía escuchar cantantes virtuosas.
¿En que clase de mundo, se pregunta la ponente, podía un hombre, cuya vida estaba amenazada por la pena capital, plantear una defensa como esta? Y, lo que resulta todavía más llamativo, ¿qué clase de mundo era ese en el que los jueces aceptaron su argumento a pesar de la insistencia de la Gran Duquesa regente, María Magdalena de Austria, que reclamaba para el imputado la pena de muerte?
Tras presentar el caso con cierto detalle, pronto queda claro que su interés no radica tanto en el examen del escándalo que la presencia de un hombre en la celda de una monja (y más de noche) podía ocasionar, sino en la valoración que a lo largo del proceso judicial se hizo del papel de los sonidos en la vida de las personas. Ella lo califica como la ecología o el régimen acústico. Para responder a estas cuestiones acude principalmente en la idea de un antropólogo (recordad lo que decía hace algunos días sobre la influencia de los antropólogos en los historiadores), Steven Feld según la cual el sonido es un registro epistemológico que proporciona respuestas no disponibles a través de otros medios. En otras palabras, como a Tess Knighton, lo que a Suzanne Cusick le interesa no es tanto el papel de los compositores y los intérpretes como el de los oyentes. La percepción de los sonidos. Recordad también lo que os dije sobre la teoría de la recepción que está trastocando el tablero de los protagonistas de la historia cultural, situando en un espacio central a los receptores. En esta historia, lo importante para Cusick no son las cualidades vocales de la monja cantante sino el efecto que los sonidos producían en su devoto admirador. Y la comprensión de los jueces ante un amante de la buena música incapaz de resistir la tentación de escuchar a su ídolo.
Sigo dándole vueltas a la cuestión mientras regreso, ya de noche, a Florencia.
Your website has exceptional content. I bookmarked the site
Thank you very much Shannon. I’m trying to do my best. For me it is important to write this. I trust not to disappoint you