No he escrito nada en los dos últimos días. !Buena señal. Al menos en parte. Eso significa que mi vida en Florencia está entrando en una fase de normalidad después de un primer mes repleto de actividades. Demasiadas. El efecto novedad comienza a disiparse y las jornadas se tornan cada vez más iguales. Procuro estar sentado ante mi escritorio de la Biblioteca Berenson a las 9 de la mañana. Los saludos con Patrizia, la recepcionista, y Paolo, el bibliotecario siciliano, se han reducido a unas pocas palabras de cortesía. Mi plan diario es trabajar hasta las 7 de la tarde con las únicas interrupciones del café de las 11 (que frecuento sólo esporádicamente) y el aperitivo-almuerzo-café del mediodía (eso es inevitable) que procuro no se alargue más de una hora (aunque casi nunca lo consigo). Es la única manera de concentrarme y avanzar hacia mis objetivos.
Sólo me preocupa que mi adaptación al estilo de la comunidad berensoniana (ahora ya sabéis en que consiste) esté resultando más lenta de lo previsto. El momento más embarazoso sigue siendo el de las comidas. Me da rabia porque se supone que debería ser el más reconfortante. Pero no es así. Me pierdo en las conversaciones y me siento estúpido. Siempre que puedo procuro ir al comedor pequeño que se habilita cuando los comensales no caben (cosa que ocurre con frecuencia), en el comedor grande. Es una estancia acogedora, forrada de libros, chimenea coronada por una imagen renacentista de la Madonna y una mesa en el centro con capacidad para ocho personas lo que permite una conversación mucho más ordenada. En ella me desenvuelvo más a mis anchas.
Hoy hemos tenido la segunda sesión de presentación de los fellows. El ambiente ya no era el de la semana pasada. Quizá porque algunos asistentes han pensado que ya habían cumplido con el compromiso social. Peor para ellos porque las intervenciones han sido de lo más interesante. Les tocaba el turno a Ingrid Houssaye, David Rosenthal, John Christopoulos, Diego Pirillo y Elsa Filosa. He estado especialmente atento a la intervención de Ingrid sobre la relación de los mercaderes florentinos con los turcos porque dentro de pocas semanas tengo previsto viajar a Estambul para participar en un encuentro sobre el imperio otomano. Es una verdadera lástima que en mi facultad le prestemos tan poca atención al Mediterráneo musulmán en un periodo en los que la presencia otomana resultó determinante. Hace algunos años tuve la esperanza de que contrataran como profesora a Sinem Eryilmaz que. además de ser una persona excepcional, ha hecho un magnífico trabajo sobre el tema pero, finalmente, la propuesta no salió adelante. !Una lástima!
- Ingrid Houssaye
- David Rosenthal
- John Christopoulos
- Diego Pirillo
- Elsa Filosa
La presentación de David sobre las duras condiciones de trabajo de los peones que levantaron los edificios icónicos del Renacimiento florentino, ha puesto el acento sobre una realidad habitualmente olvidada. David es un hombre de aspecto desaliñado y modales informales al que le gusta resaltar la cara oculta de la belleza. La ciudad que ahora extasía a los visitantes costó mucho sufrimiento anónimo, parece ser su lema. Es sin duda también un historiador imaginativo que ha ideado una aplicación multimedia para proponer recorridos alternativos por las calles de Florencia siguiendo los itinerarios cotidianos de algunos artesanos que vivieron, y sufrieron, en la ciudad. Merece la pena dedicarle un rato a explorarla: Hidden Florence
El día concluye con la presentación de Elsa. Con su simpatía desbordante, Elsa es, sin duda, una de las animadoras del grupo. Por su rubia cabellera, piel clara y ojos azules, parece más una nórdica que una italiana meridional, aunque eso si, como ella no deja de recordar, recriada en el norte. Ocupa, con su hijo Mauro de siete años, una de las casitas situadas al pie del sendero que comunica la VIT con la iglesia de San Martino. Su destartalado Fiat Cinquecento presta impagables servicios a otros residentes de la villa cuando necesitan hacer pequeños recados en la ciudad. Es uno de los pocos tattiani que se permite fumar en público, un pecado imperdonable en la religión berensoniana. Cada lunes, a la hora del aperitivo, se forma alrededor suyo un corro de divertidos oyentes ansiosos por escuchar sus aventuras del fin de semana que, invariablemente, giran alrededor del inagotable pozo de energía de su hijo. ¡estoy agotada! Por más cosas que hacemos, nunca tiene suficiente, concluye siempre con ojos implorantes. Cuando acabó sus estudios de literatura medieval en Milán puso rumbo a los Estados Unidos para hacer su doctorado en la universidad de North Carolina. Al finalizar trató por todos los medios regresar a su amada Italia hasta que descubrió que el suyo era un camino de no retorno. En la actualidad enseña lengua y literatura italiana en la Vanderbilt University en Nashville, Tennesse. ¿Y quien tiene interés por aprender italiano en Nashville?, le pregunté durante una comida. Principalmente, estudiantes de canto lírico que aspiran a comprender los textos de Verdi, me respondió. Elsa expresa siempre sus opiniones de forma vehemente. Detesta por igual a Hillary Clinton y a Donald Trump. “Por supuesto que me gustaría que una mujer llegara a la presidencia de los Estados Unidos, pero no una mujer como Hillary que encarna los peores vicios del poder”. Con esa misma vehemencia ha presentado hoy su investigación sobre su adorado Boccaccio. Siento debilidad por los estudiosos que se apasionan con su tema y lo hacen parte de su vida.