Il Corridoio Vasariano (miércoles, 9 de marzo)
El Corriere Fiorentino se hace eco en un artículo publicado hoy de la polémica originada por la decisión del nuevo director de la Galleria degli Ufizzi, Elike Schmidt, de abrir al público il Corridoio Vasariano. Se trata, del largo pasillo aéreo de casi un kilómetro concebido por Giorgio Vasari para comunicar palazzo Vecchio con palazzo Pitti a fin de permitir que Cosimo (Eleonora ya había fallecido cuando se construyó en 1565), cada vez más impopular en los últimos años de su gobierno, pudiera desplazarse de un edificio a otro sin necesidad de pisar la calle. El corridoio no solamente ofrece unas vistas impagables sobre el rio Arno sino que sus más de 900 metros están abarrotados por unas 700 pinturas, muchas de ellas procedentes de la sensacional colección de autorretratos del cardenal Leopoldo de Medici (1517-1675). Tuve ocasión de recorrerlo hace más de diez años gracias a la iniciativa de Diana Carrió-Invernizzi que obtuvo la autorización para organizar una visita en grupo. Viajé expresamente desde Barcelona, ida y vuelta en el día, para tener esa experiencia. Hay quien considera que su apertura contribuirá a sobrecargar todavía más el espacio de los Ufizzi desde donde se accede al corridoio y quien piensa que el pasillo es tan estrecho que resultará imposible mantener la distancia de seguridad entre los visitantes y los cuadros. «Pues quitaremos los cuadros y los distribuiremos en otros puntos del museo», ha asegurado Schmidt lejos de arrugarse por las críticas. «Basta de privilegios, todo el mundo tiene derecho a disfrutar del corridoio». Mi impresión es que se está metiendo en un jardín del que no le va a resultar sencillo salir airoso. Espero que sea consciente de la fuerza de las inercias en esta ciudad.
Vista general del Corridoio Vasariano Interior del corridoio
Emanuela Ferreti (jueves 10 de marzo)
A pesar de las veces que la había saludado, todavía no había tenido ocasión de mantener una conversación larga con Emanuela. Lo hemos hecho esta mañana en la VIT. Me propuso tomar un café en el granaio, para mi gusto uno de los espacios más genuinos e infrautilizados de la villa. Trabaja en la facultad de arquitectura de la UniFi pero su contrato es muy precario y eso la tiene preocupada si bien espera poderse presentar pronto a un concurso y obtener una plaza estable. Se lo merece. Ha trabajado duro y realmente es un pozo de conocimientos. Me habla del libro que pronto publicará sobre la gestión del agua por parte de Cosimo I. Para un profano en la materia como yo el tema resulta sorprendente, aunque después de escuchar sus explicaciones no me queda duda de la importancia de las obras hidráulicas en un territorio en el que el rio Arno se desbordaba con frecuencia y había muchos jardines por regar. Insiste en facilitarme el pdf del libro. Me sorprende su generosidad, poco habitual. Me consta que muchas de las informaciones que ha utilizado Bruce en su trabajo sobre los jardines fueron en realidad localizadas por Emanuela. Me habla también de sus estudios sobre Eleonora que, en realidad consisten en la edición de la correspondencia de los embajadores de Ferrara en Florencia. Le estoy muy agradecido.
A media tarde doy un paseo por el jardín de VIT. Me gusta hacerlo de vez en cuando y en los meses de otoño solía recorrerlo a diario después de comer. Con la llegada del invierno perdí esa costumbre que me gustaría recuperar. Casi nunca encuentro a nadie. Solo en alguna ocasión a Luisa Capodieci y a Jonathan Nelson.
— «De vez en cuando le veo pasear por el jardín. Me alegra que lo disfrute», me dijo en una ocasión Margit Freivogel, nuestra jardinera suiza.

He tomado algunas fotos para enviárselas a Gemma que se quedó con la curiossidad de saber como debería ser ese lugar del que me oyó hablar con tanto entusiasmo durante uno de mis recientes viajes a Barcelona.
Visions of Paradise (Viernes 11 de marzo)
Desconozco la razón por la que esta semana el seminario de los jueves en la VIT se ha trasladado al viernes. Ha sido para mi gusto una de las sesiones más interesantes del año. El título era ‘Site and context: Botticini’s ‘Assumption’ and the lost church of San Pier Maggiore, Florence’ y estuvo a cargo de Jennifer Sliwka, a la que ya os he presentado, y Donal Cooper, un historiador del arte de la Universidad de Cambridge.
El punto de partida de la charla, de la que podéis encontrar un resumen en https://www.apollo-magazine.com/virtual-florence-a-church-goes-digital/,era la exposición‘Visions of Paradise’, que Jennifer ha comisariado (sí, ya sé que el verbo es horrible pero no encuentro otro) en la National Gallery de Londres. Estaba dedicada a L´Assunzione della Vergine, la enigmática pintura que encabeza este post realizada en 1477 por Francesco Botticini (1446-1497) por encargo del boticario, poeta y político Matteo Palmieri, una de las figuras más extravagantes del Renacimiento florentino, con el objeto de presidir el altar de la capilla familiar en la iglesia de San Pier Maggiore.
El significado de esta pintura sigue intrigando a los historiadores del arte. Una de las dificultades para entender estas tablas que un día coronaron los altares de las iglesias florentinas, explica Jennifer, es que la inmensa mayoría de ellas se encuentran hoy en los museos. Sin duda, ello ha facilitado su conservación, pero al precio de alterar radicalmente la experiencia estética del observador. Lo que hoy día perciben los visitantes de los museos no tiene nada que ver con lo que en su momento vieron los devotos que oraron ante ellas. Una de las estrategias que los estudiosos han seguido para paliar esta disfunción ha consistido en tratar de contextualizar estas obras en su escenario original: ¿cómo era la capilla o el altar donde se encontraban?, ¿cómo estaba iluminado?, ¿qué otras obras había a su alrededor? Pero esto no es posible en el caso de la pintura de Botticini por la sencilla razón de que la iglesia de San Pier Maggiore ha dejado de existir ya que fue demolida a finales del siglo XVIII. Para ser precisos hay que decir que restan en pie algunos trazos de la fachada y columnas que hoy día sostienen tiendas y viviendas. ¿Cómo superar este inconveniente? El equipo de Donal Cooper ha tratado de hacerlo mediante su reconstrucción digital a partir de los elementos supervivientes y algunos dibujos de la época. Ahora que tanto se habla de las humanidades digitales, me ha parecido una solución de lo más ingeniosa.
Vista de San Pier Maggiore poco antes de su demolición Lo que hoy queda de la iglesia de San Pier Maggiore
Apenas llego a la AdeiP me encuentro un WhatsApp de Ida en el teléfono. Me dice que ha hablado con Attilio sobre la posibilidad de encontrarse esta Semana Santa en Sorrento para asistir a la procesión de viernes santo. Al parecer es uno de los pocos lugares en que, seguramente como parte de la herencia española, se conserva la tradición. Me invita a ir, pero veo complicado que pueda hacerlo.
La Badia Fiesolana (jueves, 17 de marzo)
Lo que para mí es el apartamento de Eleonora en palazzo Vecchio, para Francisco Battista Harriett es la Badia Fiorentina, el lugar donde trabajó su admirado Algelo Poliziano. Igual que yo, siente la necesidad de pisar el suelo de sus héroes. Lo entiendo perfectamente de modo que, cuando hace unas semanas, me propuso de improviso visitar juntos la villa de Careggi no dudé ni un segundo en acompañarlo. Acabamos el café y nos subimos en la moto. Y, claro está, nos perdimos. O, por lo menos, dimos unas vueltas infinitas, recompensadas, eso sí, por la belleza del paraje, entre olivos y pequeñas villetas de recreo, y la magnífica vista sobre la ciudad desde uno de los recodos de la via Bolognese. Y todo para comprobar que estaba cerrada.
— «Estamos haciendo labores de consolidación del edificio que amenazaba con derrumbarse», nos informó el operario al que preguntamos.
—«Y sabe cuando finalizarán las obras», preguntamos la ingenua esperanza de poder visitar el lugar antes de nuestro regreso.
—«Ustedes no son de aquí, ¿verdad?»
Suficiente para saber que deberíamos aguardar un futuro indeterminado que, por supuesto, no veremos en los próximos meses.

Reacios a aceptar que el viaje hubiera sido en vano, decidimos detenernos, en el camino de regreso a la VIT, en la Badia Fiesolana, ocupada en la actualidad por el Instituto Universitario Europeo. Decepción sobre decepción. Exceptuando la iglesia, que ambos conocíamos ya, las zonas del complejo abacial que más nos interesaban no eran visitables. Como Francisco no es persona que se rinda fácilmente rediseñó su estrategia: no paró hasta convencer a Angela Dressen, que conoce bien el lugar por haber estudiado la biblioteca de la abadía, para organizar una visita guiada al lugar.
La cita era esta mañana a las 8:15. Demasiado temprano para mis hábitos matutinos de modo que cuando llegué ya habían iniciado el recorrido. Los alcanzo en un pequeño espacio al que se accede desde el claustro y que, a juzgar por los restos de comida que nadie se ha preocupado de recoger, desempeña las funciones de comedor. No sé de quien. Me sorprende la poca gente que se ha añadido al plan, aunque entiendo que a estas alturas del curso muchos de mis compañeros empiecen a pensárselo dos veces antes de participar en actividades que se van a comer gran parte de su día. Creía que iba a ser Angela quien dirigiera la visita, pero no es así. Lo hace una mujer que, según nos informa, trabaja para el municipio. A pesar del empeño con que lo hace no logra ir más allá de una colección de tópicos generales. ¡Una lástima! Aunque el lugar tampoco ayuda. Ha experimentado tantas remodelaciones con el paso del tiempo, y algunas de ellas tan poco respetuosas, que apenas logra evocar el cenáculo intelectual que un día llegó a ser. Me reafirmo en la idea de que lo más interesante es el emplazamiento, los exteriores y, por supuesto, las vistas sobre la ciudad.

Fabio (viernes 18 de marzo)
Ya os he hablado de él. Lo conocí el día de la Fettunta y departimos largamente unas semanas después durante la fiesta de Navidad en la VIT. No lo había vuelto a ver desde entonces. No encontramos casualmente mientras doy un paseo después de comer por el camino entre viñedos al otro lado de la via della Vincigliata. Hace una tarde magnífica que anuncia una primavera radiante.
—«Aunque hace años que me retiré, me gusta volver, especialmente cuando cambian las estaciones. He cultivado estos campos durante casi cincuenta años y no es fácil olvidarse de ellos»
Le pido si le importa que le acompañe.
—«Al contrario, hablar me ayuda a superar la nostalgia».
No estoy tan seguro de que sea así, pero dejo que se explaye.
«A diferencia de las anteriores esta primavera no ha dado muestras de quererse anticipar. Todo ha ido floreciendo a su debido tiempo, aunque en el caso de los almendros ha sido una floración súbita, casi como un fogonazo. Todo está listo para que se produzca el estallido de la naturaleza después de un invierno frío como ha sido este en el que las plantas han mantenido su reposo. Cuando los inviernos son fríos las plantas descansan adecuadamente y todo va más acompasado. No obstante, algunos árboles frutales van con algunos días de adelanto, como el caso del ciruelo que ha florecido cinco o seis antes de lo normal, pero sin llegar a la alteración del año pasado en que la de los melocotoneros se anticipó catorce días. Además, el contraste de temperaturas de estas últimas semanas, con días suaves y noches frías, ha favorecido un cuadro en el que se espera una floración repentina. Sólo una bajada fuerte de las temperaturas podría alterar los árboles frutales, la huerta, los cereales y el olivo».

Me invita a observar determinadas plantas como el cerezo, las mimosas o las retamas cuya máxima actividad vegetativa no se da en la primavera sino en los últimos días del invierno. Es el periodo más favorable para ellas puesto que cuando empiece a hacer calor entrarán en periodo de reposo.
Siento envidia de Fabio. Me gustaría saber mirar como él lo hace. Nos damos un abrazo antes de despedirnos y le agradezco todo lo que me ha enseñado en tan poco tiempo. No sólo sobre la naturaleza de las plantas.
Esta mañana, antes de subir a la VIT, fui a pagar la reserva de la habitación de Santi al hotel Le Due Fontane situado en una esquina de la piazza della Santissima Annunziata. Santi es mi hermano menor y tiene previsto llegar el domingo de pascua para pasar un par de días conmigo.
Monte Morello (domingo 20 de marzo)
Domingo de Ramos. En España tal día como hoy se respira ya un ambiente vacacional pero aquí es distinto ya que la Semana Santa se reduce de hecho a un fin de semana largo. Hace un día radiante de comienzo de primavera y decido sustituir Le Cascine por el Monte Morello para ir a hacer la corsa. Jonathan Fitchett me explicó un día, mientras desplegaba un mapa de la zona raído por el uso, que era su lugar preferido para ir a correr. Nunca había estado antes. Me lo imaginaba como el Tibidabo de Barcelona, pero pronto comprobé que está mucho más alejado de la ciudad. El camino para acceder hasta él parte de la via Bolognese, mi itinerario de todas las mañanas. Pero cuando voy a la VIT suelo torcer a la altura de la villa Salviati para enfilar la pronunciada pendiente que conduce al ponte alla Badia. Hoy sigo ascendiendo. La carretera pasa junto al enorme cementerio de Trespiano para atravesar, a continuación, el pequeño núcleo de Montorsoli. Poco más allá se bifurca.
— «Tienes que estar atento para no equivocarte», me había advertido Ruggero.
La carretera principal, que en este punto cambia el nombre y pasa a llamarse via Fiorentina, es el antiguo camino que conectaba con Bolonia. Tengo que tomar la otra, la via Fontesecca. Tras aparcar junto al restaurante Consigli, en realidad un bar de carretera frecuentado por motoristas, desciendo unos metros a pie hasta una diminuta ermita cuyo nombre no consigo recordar. Consulto el teléfono. Son las 11:49 y tengo un mensaje de Francisco.
—»Hoy me voy en bus a el Querceto, en Sesto Fiorentino, para conocer el lugar y ver si encuentro la villa de Pico (della Mirandola)».
Francisco vive su investigación con verdadera pasión. Siente la comezón de quien no sabe si va a haber un mañana.
—«Quizá ésta sea la última oportunidad de hacer estas locuras», como él mismo califica a sus expediciones en busca de los lugares de sus héroes, me dijo en cierta ocasión.
Le envío una foto desde el porche de la ermita. Como no conozco la zona, comienzo mi carrera embocando el ancho camino de tierra que parte del restaurante. Parece la ruta más lógica para alcanzar la cima del monte. Cuando apenas llevo unos minutos me cruzo, para mi sorpresa, con Giorgio y Marco que han venido a caminar por la zona. Giorgio había anunciado durante el desayuno su intención de dar un paseo, pero no imaginaba que fueran a venir precisamente aquí. También con algunos grupos de caminantes, la mayoría de ellos familias, algunas con niños pequeños, y algún que otro ciclista suelto. Nada que ver con la carretera de les Aïgues, en el Tibidabo de Barcelona, abarrotada de gente los domingos por la mañana. Cuando me queda claro que no voy a ser capaz de llegar a la cima, me detengo en un prado a tomar unas fotos antes de dar la vuelta. Se las envío a Diego. Le prometo buenas caminatas si se anima a venir. Me responde diciendo que está muy constipado. Entiendo que, a pesar de lo que me había prometido, no va a venir. Lo siento cada vez más lejano.

Freginals (Lunes 21 de marzo)
Conmoción en la prensa local por el accidente de autobús que se produjo la madrugada pasada a la altura de Freginals, una pequeña población en la provincia de Tarragona. En él viajaba un grupo de estudiantes Erasmus de la Universidad de Barcelona. Algunas de mi facultad. Habían ido a Valencia para disfrutar de la fiesta de las fallas, una de las más gamberras de calendario juerguista español. Entre las víctimas diversas chicas de diversos lugares de la Toscana. Lo que casi ningún diario explica es en qué consistía el plan: tres días sin alojamiento durmiendo (o no) en la calle, aguantando el cuerpo a base de alcohol; y el conductor trabajando sin las más elementales condiciones de descanso.
Cena en Dr. Pizza (miércoles, 23 de marzo)
Cita para cenar con Mariano y Francisco (los dos argentinos de la VIT) a las 20 en Dr. Pizza, un pequeño establecimiento en la esquina de Viale Edmondo de Amicis con Terenzio Mamiani. El local y el servicio no son nada del otro mundo, pero las pizzas son excelentes como lo demuestra la presencia de parroquianos, Lo descubrimos con Mariano un viernes del mes de enero cuando él estaba en pleno bajón después de varias noches sin dormir por culpa del estrés. El lugar no está lejos de la VIT, pero paseando supone un buen paseíto. Además, hoy han tenido sesión de yoga con algunos de los fellows. Creo que ya os conté que cada miércoles a las 19 hay sesión de yoga en el Gould Hall capitaneada por la propia directora. Hasta ahora he huido de estas sesiones como de la peste. Me gustaría probar con el yoga, más que nada por curiosidad. Pero, desde luego, el día que lo haga no será con mis compañeros de trabajo. No les daré ese gusto.
La conversación deriva rápidamente hacia el tema preferido en estas últimas semanas por mis colegas: Alina Payne. Muchos, sobre todo los que se alojan en VIT, están hartos de ella y acumulan una relación de agravios que comparten con los demás para engrosar la lista colectiva.
—«Cuando quise presentarle a mi suegra, tercia Francisco, se giró y nos ignoró como si no existiéramos».
A principio de curso llegué a pensar que la frialdad con la que me trataba tenía algo de personal. Luego comprobé que era un plato compartido. Alina reserva las buenas maneras para las personas que le interesan. Me llamó poderosamente la atención la efusividad con la que saludó a Joško el día de su llegada. A las demás, simplemente, las ignora.
—«Con algunos fellows parece extremadamente amable», observé.
—«Desengáñate», me aseguró Mariano. Varios de los que tienen más relación con ella en realidad no la sorportan.
No sé qué habrá de cierto en ello y no he venido a Florencia para meterme en dimes y diretes. Además, cuando hace unas semanas le pedí que me firmara unos documentos para poder cobrar la segunda mitad de mi beca (los responsables del ministerio me han llevado por el camino de la amargura por un problema de coincidencia de fechas de apenas unos días) aceptó inmediatamente y me dio todas las facilidades.
Al acabar acompaño a Francisco hasta la esquina de la Piazza de la Libertà con Via Sangallo. Me cuenta que cuando su familia regresó a Argentina decidió cambiar el amplio apartamento donde estaba cerca de Porta Romana por un pequeño monolocale en esta zona.
Joško Belamarić (jueves 24 de marzo)
Con la llegada del buen tiempo hemos vuelto en la VIT a las comidas buffete. Éstas consisten básicamente en que así que Alina da por acabado el aperitivo formamos una procesión que ordenadamente desfila alrededor de la mesa oval del comedor grande donde se encuentran las viandas dispuestas con un gusto exquisito. Con el plato en una mano y la bebida en la otra nos dirigimos al Jardín de la Azzaleia (la azalea Terrace en el canon de la casa) para acomodarnos en pequeños grupos alrededor de las diversas mesas, a la sombra los primeros en llegar, bajo el sol los últimos (no recuerdo el nombre de este jardín, que tiene un nombre). Personalmente prefiero este sistema mucho más que el habitual. No solamente porque resulta mucho más informal sino también porque la terraza es muy agradable. A medida que la comida avanza los grupos se van deshaciendo con las idas y venidas sea para repetir de algún plato, para tomar el postre o el café. Aprovecho ese momento para disculparme ante Joško por no poder asistir al seminario que impartirá unas horas más tarde. Prefiero decírselo con claridad: me han invitado a la ceremonia religiosa de Jueves Santo en San Miniato al Monte y he decidido aceptar. Quizá no lo hubiera hecho en el caso de haber sido otro el ponente de hoy pero con Joško me une una relación especial de simpatía. Creo que mutua. No sé si es un gran historiador del arte y, de hecho, algunos de sus planteamientos me suenan muy tradicionales. Pero, la verdad, eso no me importa demasiado. Siempre con la sonrisa y una palabra agradable en la boca, rezuma humanidad.

—«No te preocupes, has tomado la decisión correcta. En tu lugar yo haría lo mismo».
Sus palabras suenan a sinceridad. Este tipo de reacciones son las que en tantos momentos he echado en falta en la VIT durante este curso.