Para Janet Cox-Rearick, a quien nunca he tenido el placer de conocer
Enamorada es poco. Según una de las personas que la trató más de cerca durante los primeros años de su matrimonio, Eleonora estaba ardientementeenamorada («Quanto ardentemente ella ami S. Ex.a S.or mio» escribió Lorenzo Pagni al secretario Ugolino Grifoni el 26 de agosto de 1541; cit. por Tomas en Eleonora di Toledo. Regency and State Formation in Tuscany, p. 73). ¿En qué consistía ese supuesto ardor? Sea como sea, lo que es seguro es que, como todas las personas, la relación Eleonora con Cosimo durante los veintitrés años que vivieron juntos pasó por diversas etapas.
La adolescente que llegó a Florencia en junio de 1539 era una mujer atemorizada. Tenía buenos motivos para ello. Ya me he referido en otra ocasión a la arquitectura efímera que fue levantada en una de las entradas de la ciudad, la Porta al Prato, ilustrada con un mensaje explícito que, por si no le quedó claro, fue cantado por un coro de veinticuatro voces situado en lo alto de la misma:
«Entra en tu ciudad bajo los más afortunados auspicios, oh Eleonora, fértil y del mejor linaje y produce una prole similar a la de tu padre en tu tierra nativa y a tu abuelo y así garantiza la eterna seguridad del nombre de los Medici y sus más devotos ciudadanos (transcripción en Edelstein, La fecundissima signora, p. 77).
A partir de ese momento sabía perfectamente lo que de ella se esperaba: que tuviera un buen número de hijos y contribuyera así a la consolidación del poder de los Medici y la estabilidad política del ducado. Y que si no lograba alcanzarlo, el destino que le aguardaba no era otro que la marginación. Por mucho que las palabras pudieran decir lo contrario, el de Cosimo era un amor condicionado a que cumpliera dicha misión. Una duquesa incapaz de procrear era una duquesa inútil. Y a la vista tenía lo que le había ocurrido a otras mujeres de su mismo rango, capaces y bien preparadas, pero marginadas por no haber podido proporcionar un heredero a sus maridos (Lynette M.F. Bosch, A room with many views, p. 253). ¿En qué medida puede una mujer llegar a amar a un hombre que la somete a esa condición?
Si bien es cierto que esta cruel disyuntiva gravitaba sobre todas las consortes de gobernantes necesitados de descendencia, en su caso resultaba especialmente apremiante: la autoridad de Cosimo en esos momentos pendía de un hilo y, además, en caso de que le ocurriera cualquier percance, carecía de hermanos u otros familiares directos a los que transmitir el ducado. Así pues, el futuro del régimen dependía de ella. Es fácil imaginar la presión que eso suponía. Pero ese fue también el trampolín de su triunfo. La autoridad y el prestigio de Eleonora en los años siguientes no radicó, como en ocasiones se ha pensado, en sus vínculos familiares, su belleza, su elegancia, su mecenazgo artístico o su habilidad para los negocios. Radicó en su fertilidad. Desde el momento en que quedó claro que no sólo era capaz de traer hijos al mundo sino, cosa no menos importante, lograr que cruzaran el Rubicón de los primeros años de existencia, la relación con su esposo y sus súbditos empezó a ser muy diferente. Ya era alguien en condiciones de exhibir los méritos de su contribución al proyecto político de su esposo. Según defendió en nuestra conversación del viernes pasado, Bruce Edelstein considera que eso ocurrió en 1547. Yo no me atrevo a ser tan preciso. Pero ocurrió.
El temor a defraudar las expectativas depositadas en ella no era el único que atenazaba a la chica de diecisiete años que en 1539 llegó a Florencia. Su conocimiento de la situación política del momento resultaban más que suficientes para saber de la hostilidad con la que, como española, iba a ser recibida por sus nuevos súbditos. Esta era una de las razones por las que su padre había decidido que viajara acompañada por un séquito tan numeroso. Cosimo era su tabla de salvación y a ella se aferró con una furia que asombró a propios y extraños. ¿Dónde estaba la frontera entre el amor y la necesidad desesperada de protección? Experimentó las separaciones de su esposo como la más terribles de las situaciones. La correspondencia escritas por sus secretarios en esas circunstancias, recopilada en su día por Ana Baia, ha sido el fundamento de muchos de los juicios que sobre ella se han vertido.
Cuando a los pocos meses de su llegada, en septiembre de 1539, Cosimo se ausentó de la ciudad, Eleonora sintió como el suelo se movía bajo sus pies. «Desde hace cinco o seis días no la he visto en ningún momento alegre hasta que ayer por la mañana le leí aquella parte [de la carta] que contenía el aviso [del inminente retorno del duque]», escribió el secretario Lorenzo Pagni el 13 de septiembre (che da cinque o sei giorni in qua non l’ho veduta mai rallegrare, se non hiermattina quando li lessi quella parte Della vostra che conteneva tale avviso; cit por Ana Baia,Leonora di Toledo, Duchesa di Firenzep. 35).
La sensación de desamparo que sintió no hizo sino agudizarse dos años más tarde, durante el viaje que Cosimo realizó a Génova para entrevistarse con el emperador Carlos V. Contra su voluntad, Eleonora permaneció en Florencia. Cuando a los pocos días de la partida del duque llegó la primera de sus cartas, el secretario Lorenzo Pagni pudo respirar aliviado: «cual fue la alegría y el contento de la Excelentísima Duquesa en el instante en que leyó la carta del Duque su Señor es algo que dejo a la consideración de SV y de todos aquellos que saben cuanto ella ama a Su Excelencia y es cierto que después del beso que le dio a la carta la leyó y releyó tantas veces que fácilmente la habrá aprendido de memoria. Ahora mismo está tranquila y consolada y aguarda con atención el buen final de los negocios que le permitirá liberarse del fastidio que siente por la ausencia de Su Excelencia» (Quanta fusse l’allegrezza e l’ contento della Exma. Duchessa in quello instante che li lessi la carta del Duca suo Sre., lo lassero considerare alla S.V. e a tutti coloro que sanno quanto ella ami S.Exª e certo dopo il baccio di essa Carta la lesse e rilesse tante volte che è facil cosa che l’habbia imparata a mente. Resta horamai quieta e consolata, e attende con molta accuratezza a negoti mediante i quali si viene levar dal fastidio che sente dell’absentia di S. Exª; carta de Lorenzo Pagni del 26 de agosto de 1541, cit. por Ana Baia,Leonora di Toledo, Duchesa di Firenzep. 38).
A pesar de ello, las noticias de Cosimo no llegaban con la frecuencia que ella esperaba de modo que la alegría le duraba muy poco. «Por el amor de Dios, llega a implorar Pagni al duque, procure escribirle cada día dos veces de su puño y letra o, al menos, hacer que le escriba en su nombre micer Ugolino (Grifoni), certificándola, que sin sus cartas le resulta imposible tolerar su ausencia que le resulta mucho más prolongada de lo que pensaba» (Per amor di dio sia contenta di scrivergli ogni giorno dua versi di suo pugno, o’ almeno fargli scrivere in nome suo da ms. Ugolino, certificandola, chè senza sue lettere li è impossibile di tollerare tanto la absentia sua, la quale vede dover esser più lunga che non pensaba) (carta de Lorenzo Pagni del 17 de septiembre de 1541 cit. por Ana Baia, Leonora di Toledo, Duchesa di Firenze, p. 39). El secretario volvía sobre el tema al día siguiente, comunicando que la duquesa le había dicho que sin las cartas de su esposo se sentía «la persona más desgraciada del mundo» (la peggio donna che Fosse al mondo; carta del 18 de septiembre, cit. por Ana Baia,Leonora di Toledo, Duchesa di Firenze, p. 39). Pagni tenía sin duda motivos para estar preocupado: en los momentos de mayor desesperación Eleonora llegó a pensar que le ocultaba las cartas por lo que llegó a solicitar a uno de los acompañantes de Cosimo, Ugolino Grifoni, por un conducto que no pasara por sus manos (Ana Baia,Leonora di Toledo, Duchesa di Firenze, 44).
Lejos de mitigarse, esta dependencia pareció incrementar con el paso del tiempo. Cuando a finales de abril de 1543 Cosimo anunció su intención de viajar de nuevo a Génova, la duquesa quedó una vez más desolada: «es cosa dulce acompañar al marido y por tal dulzura grita, llora y se tira de los cabellos que es de locos verla en ese estado, escribió otro de los secretarios, Ugolino Grifoni, el 8 de Mayo de 1543, cit. por Ana Baia, Leonora di Toledo, Duchesa di Firenzep. 43). A pesar de estar embarazada de cinco meses, insistió una y otra vez en acompañar a su marido a lo que él responde con absoluta indiferencia: «no hay petición que escuche cuando le argumenta… y llora delante suyo… sino que se ríe o no le responde y mientras tanto el toro permanece encerrado en el establo» (cosa dolce seguitare li Mariti et per tal dolcezza bolinga piange et si straccia li capelli, cosa pazza a vederla. Ma non ce ordine che l’amico porga orecchi come la Duchesa aliene raciona, e così gli piange intorno, esso entra in altri paesi o se la ride et non responde et intanto il Toro resta nella stalla serrato; cit por Ana Baia,Leonora di Toledo, Duchesa di Firenze, p. 43). La única manera de consolar su llanto el día de la partida del duque fue asegurarle que la ausencia no se prolongaría más de diez o doce días. Como eso no fue así y, una vez más, las cartas no llegaban con la frecuencia que ella deseaba, pronto reapareció la crisis: « por no llegar las cartas de Su Excelencia, se desespera y ha decidido no cenar y apenas dormir» (per non essere comparse lettere di sua Ecc.ª si crucciava et dispersava et si risolveva a non cenare et poco dormire, come aveva anco fatto la notte precedente; cit por Pieraccini, La stirpe de’ Medici di Cafaggiolo,p. 58).
¿Cómo deberíamos interpretar esas reacciones que a juicio de algunos testigos rayaban la locura? Gaetano Pieraccini, un psiquiatra metido a historiador, no dudó en atribuirlas a una debilidad del carácter, a su juicio congénita, causante de una irritabilidad descontrolada (Pieraccini, La stirpe de’ Medici di Cafaggiolo,p. 57).
Que Eleonora se enojaba con facilidad resulta manifiesto. Espero hablaros un día más extensamente sobre ello. Otra cosa bien distinta es que se tratara de un problema psicológico congénito. La expresión de los afectos es cultural. Y no podemos olvidar que por esas mismas fechas toda una reina de España, Juana I de Castilla, después de haber sido desposeída de sus derechos dinásticos, consumía sus días encerrada por orden de su hijo, el emperador Carlos V, en la fortaleza de Tordesillas, con la sospecha de haber perdido la razón tras la separación de su esposo. Sin duda, tanto Cosimo como sus secretarios conocían esta historia. ¿Qué quería decir Ugolino Grifoni cuando afirmaba, tras describir las reacciones desmesuradas de Eleonora, que «esso entra in altri paesi…et intanto il toro resta nella stalla serrato»? (esto tiene que ver con otros países…y mientras tanto permanece el toro encerrado en el establo). ¿Era esta la forma que tenían las mujeres españolas de expresar sus sentimientos?
Ana Baia por su parte relacionó la conducta de Eleonora con la frialdad de Cosimo. Según ella, se trató de un amor no siempre correspondido. A pesar de haber consultado montones de cartas, asegura, no encontró ni una sola en la que el duque mostrara la menor señal de afecto tierno y sincero. Me parece un argumento débil. De hecho, apenas encontró ninguna carta personal de Cosimo. Pero tampoco de ella ¿Por qué no se conserva ninguna carta de Eleonora, que exigía que su marido le escribiera nada menos que dos veces al día, expresándole su amor? Esta es otra cuestión sobre la que me gustaría reflexionar más detenidamente en otro momento. Casi toda la información de que disponemos sobre la relación afectiva entre ambos esposos está mediatizada por unos secretarios que no se muestran precisamente como las personas más sensibles para entender los sentimientos de una mujer. Mi percepción, insisto, es que Eleonora se muestra en estos primeros años de su matrimonio ante todo como una mujer atemorizada. Una de las pocas cartas suyas que han llegado hasta nosotros (aunque redactada sin duda por uno de los secretarios ya que ella no escribía en italiano), dirigida a Cosimo pocos días después de su partida en mayo de 1543, carece de referencia alguna al amor que sentía por él y sí en cambio, al miedo que la atenazaba: «me lamento de mi fortuna ya que me veo en peligro de estar sin vos en una ciudad que es enemiga del nombre español y de este sistema de gobierno (el régimen autoritario instaurado por su esposo) y no sé de qué modo en caso de accidente podré mantenerme yo y nuestros hijitos» (mi doggo della mia fortuna, poichè, mi veggo in pericolo di restare senza voi in una città nemica del nome Sp.lo et di questo modo di reggimento, e non so in che modo in sí strano accidente potrò mantenere me, et i fig.li in stato; cit. por Janet Cox-Rearick,Bronzino’s Chapel of Elionora in the Palazzo Vecchio, p. 35). ¿Tenían algún fundamento estos temores o se trataba, simplemente, de fantasmas obsesivos? Bueno, bastaría tener en cuenta que el predecesor de Cosimo, el duque Alessandro, había sido asesinado en la cama por un primo suyo y que el propio Cosimo había sido objeto de varios atentados. Una de las razones por las que la familia ducal deambuló de un lugar a otro sin residencia estable fue por motivos de seguridad. Por supuesto que tenía motivos para estar asustada y eso creó en ella una fuerte dependencia que le llevó a no separarse nunca de su marido. Una dependencia que seguía intacta una década más tarde cuando ya había hecho acto de presencia la tuberculosis pulmonar que tanto limitaría sus movimientos en los últimos años de vida. Tan solo un ejemplo entre muchos: «el duque y los hijitos se encuentran bien», escribió una vez más Lorenzo Pagni, esta vez desde Pietrasanta, en abril de 1551; «de la duquesa no puedo decir lo mismo porque a veces muestra un poco de mejoría y a veces parece medio muerta y a mi juicio y el de otros su mal es grande y será cada día mayor si Dios por su piedad y misericordia no lo remedia porque, a pesar de los inconvenientes, no quiere dejar de salir y seguir al duque dondequiera que vaya». (salvo il benessere del Duca e de’ figlioli Illustrissimi, della Duchessa non posso affermare il medesimo perche’ quando mostra un poco di miglioramento et quando per semimorta et al mio giudizio et d’altri ancora il suo male e’ grande et sara’ ogni giorno Maggiore se Dio per sua pieta’ et misericordia non ci metta della grazia sua, perche’ con tutto il male non vuole cessare punto de’ disagi dell’andare fuori e seguitar il Duca ovunque vada; Lorenzo Pagni en Pietrasanta a Pierfrancesco del Riccio en Florencia, el 25 aprile 1551; ASF, Mediceo del Principato, 1176, ins.10, n.3, Carteggio dei Segretari). ¿Una simple cuestión de amor que le impedía separarse de su esposo? Sea como fuere, lo cierto es que prácticamente todos aquellos que narraron los encuentros con el duque mencionaron la presencia de la duquesa, siempre a su lado.
Por supuesto, eso no significa que su relación transitara siempre por un camino de rosas. Aunque de eso los secretarios preferían no hablar. Sin embargo, Ana Baia creyó ver una alusión velada a sus frecuentes desavenencias en la carta que Giorgio Vasari le escribió a sus asesor iconográfico, Vincenzo Borghini, pocos años después de la muerte de Eleonora. Cuando el segundo propuso plasmar la historia de amor entre Cosimo y Eleonora en una de las pinturas que se debían realizar en Palazzo Vecchio con motivo de la boda de su hijo Francesco con Giovanna de Austria, Vasari se opuso tajantemente, «perchè so qual cosa»; respuesta que según Baia, daban a entender que esa historia no siempre respondía a la realidad (Carta de Vasari a Borghini el 18 de junio de 1565, cit. por Ana Baia,Leonora di Toledo, Duchesa di Firenze, 93). Alessandra Contini, menciona un documento, que no transcribe y no he logrado localizar, según el cual después de una fuerte discusión entre ambos, Eleonora abandonó Palazzo Vecchio para refugiarse en el convento del Carmine. Sólo tras muchos ruegos aceptó regresar junto a su marido (ASF, Mediceo del Principato, 2634 III, cc. 975-980; cit. por Alessandra Contini en «Spazi femminili» p. 320 nota 74). Al menos Benvenuto Cellini, que fue testigo directo de uno de esos desencuentros fue mucho más explícito en los detalles. Sin buscarlo ni quererlo, el orfebre y escultor, que a comienzos de la década de 1550 estaba ultimando el sensacional Perseo que todavía hoy luce en la Loggia dei Lanzi de la Piazza della Signoria, y que por ese motivo visitaba con frecuencia a los duques, se vio envuelto en una trifulca matrimonial a cuento de un collar de perlas con el que Eleonora se había encaprichado y por el que Cosimo, que demostró tener buen ojo, se negaba a pagar la desorbitada cantidad que exigía el mercader. Al desdichado Cellini no se le ocurrió nada mejor que darle la razón al duque lo que le costó la amistad con su esposa que hasta entonces le había dispensado los más encendidos elogios. Al final fue ella quien se llevó el gato al agua. El argumento de Cosimo para ceder: “por amor a la Duquesa […] haz la compra que me agrada hacer todo lo que quiere la señora Duquesa». Es muy posible que por esas fechas, en el ecuador de su vida en común, la convivencia entre ambos cónyuges estuviera basada en una distribución de funciones. Esta es una Eleonora mucho más segura que poco tenía que ver con la adolescente atemorizada de diez años antes.
Janet Cox-Rearick

Me llega a través del boletín interno de la VIT la noticia del fallecimiento de Janet Cox-Rearick. Tenía 88 años. Me hubiera gustado conocerla pero no tuve ocasión. Además del libro sobre la capilla, tantas veces mencionado en este blog, fue autora de otros muchos estudios sobre Eleonora: sobre sus retratos, sus vestidos o su memoria póstuma. Trabajó hasta el último momento. Fue uno de los primeros fellows de la Villa i Tati durante el curso 1962-63. La noticia del boletín viene acompañada de una foto suya en el jardín. Fue sin duda una mujer bellísima. Así que la leo, no puedo resistir el impulso de dirigirme al punto donde esa fotografía fue tomada hace más de cincuenta y cinco años. Está intacto. Le estoy sinceramente agradecido por todo lo que me ha enseñado, así que he rezado una oración por ella mientras me preguntaba si se habría encontrado ya con Eleonora. ¿Me encontraré también yo algún día con ella? ¿Qué me dirá sobre lo que, con tanto esfuerzo, estoy escribiendo acerca de su vida? Supongo que se reirá por tantas imprecisiones y suposiciones infundadas. Si la historia es el dialogo de los vivos con los muertos, como me dijo en cierta ocasión Fernando Sánchez Marcos, cómo será el diálogo entre los muertos cuando uno ha dedicado tanto tiempo a estudiar al otro.
Para saber más
Baia,A., Leonora di Toledo, Duchesa di Firenze e di Siena, Todi, Foglietti, 1907.
Cellini, Benvenuto,Vida, edición de Santiago R. Santerbás, Madrid, Cátedra, 2007.
Contini, A.“Spazzi femminili e costruzione di un’ identità dinastica. Il caso di Leonora di Toledo duchessa di Firenze” en Ch Dipper y M. Rosa (eds.) La società dei principi nell’Europa Moderna (secoli XVI-XVII), Bolonia, Il Mulino, 2005, pp. 295-320.
Edelstein, Bruce, L.,“La fecundissima Signora Duchessa: The Courtly Persona of Elionora di Toledo and the Iconography of Abundance” en Eisenbichler, K.(ed.), The Cultural world of Eleonora di Toledo. Duchess of Florence and Siena, pp. 71-97.
Lynette M.F. Bosch,““A room with many views”: Eleonora de Toledo’s Chapel by Agnolo Bronzino in The Palazzo Vecchio” en De Girolami Cheney, Liana, Agnolo Bronzino: The muse of Florence, New Academia Publishing, 2014, pp. 175-310.