Última sesión de presentaciones de los fellows en la VIT. A algunos de los que han intervenido hoy ya os los he presentado, así que no me alargo con ello: Luka Špoljarić, ha hablado de Nicholas de Modruš, un obispo y humanista croata asentado en Roma a finales del siglo XV que actuó como verdadero puente cultural entre las dos riveras del Adriático; Giulia Torello-Hill, lo ha hecho sobre la interpretación que hicieron los humanistas italianos de la teoría clásica del drama; Courtney Quaintance, ha presentado su visión de las relaciones entre la sexualidad y el poder en la escena teatral de la Italia Moderna; Brian Ogren, un judío practicante que es profesor de estudios judaicos en la Rice University de Houston, sobre la presencia de ideas kabalisticas en algunas de las cosmogonías confeccionadas durante el Renacimiento y, finalmente, Ivano dal Prete, un veronés que ha pasado por varias universidades de los Estados Unidos y que actualmente trabaja en Yale, y se interesa por la historia de la ciencia, lo ha hecho sobre la visión renacentista del globo terráqueo.
- Luka Špoljarić
- Giulia Torello-Hill
- Courtney Quaintance
- Brian Ogren
- Ivano dal Prete
–¿Y a quién le interesa todo esto?
Desde luego a mí. Y no debo ser un bicho tan raro cuando la Universidad de Harvard y sus múltiples donantes están dispuestos a financiar esta clase de estudios con generosas fellowships.
Mientras los escuchaba hablar pensaba también en los que lo hicieron las semanas anteriores y me preguntaba qué tenían en común todos ellos para haber sido seleccionados por uno de los centros de investigación en el ámbito de las humanidades más prestigiosos del mundo.
Algunos tienen, a pesar de su juventud, carreras brillantes y posiciones relativamente estables pero otros en cambio están dando sus primeros pasos y, como es el caso de Luka, tendrán que buscarse la vida cuando acaben su estancia en Florencia.
Desde luego, ha habido un factor de equilibrio más allá de sus méritos personales. En el momento de seleccionar, la VIT piensa tanto en el grupo resultante como en las individualidades: tantas personas que trabajen sobre este tema y tantas que lo hagan sobre este otro. Es decir, que por muy bueno que seas en un determinado campo de estudio, si hay otras candidaturas con propuestas similares, tienes muchas posibilidades de quedarte fuera. Luego interviene el equilibrio de género (este año hay ocho mujeres y siete varones) y de procedencia geográfica (siete procedentes de universidades americanas y ocho del resto del mundo). Según me contó hace unos días Allen Grieco, que en los últimos meses ha viajado a Shanghai para promover la VIT entre investigadores orientales, en éste último punto influye mucho las preferencias de cada director. Por lo visto, Lino Pertile fomentó la llegada de los orientales e hispanos (en un sentido amplio, que incluye también los españoles) pero, algunos rumores afirman que Alina Payne quiere limitar este último grupo. Confío que sólo sea un rumor.
En realidad las bases de las convocatorias dependen de la fellowship que se solicite. Así por ejemplo, las Wallace Fellowship, están destinadas a financiar trabajos historiográficos que exploren el impacto del Renacimiento en el mundo contemporáneo; las Berenson Fellowship promueven estudios sobre la presencia de Italia en el mundo; la Villa I Tatti – Boğaziçi University Joint Fellowship, se dirige a estudiosos interesados en la relación entre Italia y Bizancio; la Frederick Burkhardt Residential Fellowship es en cambio mucho más genérica y se conforma con que los candidatos estudien un tema novedoso relacionado con la cultura humanística.
Más allà de estás condiciones específicas, la VIT exige otras generales inspiradas en gran medida en el decálogo de Bernard Berenson del que hablaba hace unos días. Ante todo, requiere que los estudios guarden relación con algún aspecto del Renacimiento italiano (un periodo entendido en sentido muy amplio ya que comprende desde el siglo XIV al XVII) y que incluyan una perspectiva del diálogo transnacional entre Italia y otras culturas.
Otro de los dogmas de fe del decálogo es haber desarrollado una trayectoria internacional. En realidad se trata de un dogma aplicable a todos los candidatos menos a los americanos. A no ser que se piense, claro está, que haber ido de Arkansas a Oregón equivale a haber realizado una carrera internacional. Sin ir más lejos, entre los que han intervenido hoy, Luka, que es de Zagreb, estudió en Budapest, pasó un tiempo en Londres y otro en Boston; Giulia es una genovesa que completó sus estudios de doctorado en Nottingham y trabaja actualmente en Australia e Ivano es un veronés que ha pasado por varias universidades de los Estados Unidos antes de conseguir su puesto en la Yale University. Y no son los únicos: Jennifer Sliwka es una polaca que hizo su doctorado en la Johns Hopkins University de Baltimore y actuamente trabaja en la National Gallery de Londres; Elsa Filosa pasó de la Universidad de Milán a la de North Carolina en Chapel Hill antes de trasladarse a la Vanderbilt University. Y la relación podría alargarse. Aunque quizá el ejemplo más claro de esta internacionalización es el de la propia Alina Payne, que es de origen rumano, y ha pasado por la McGill University y la University of Toronto antes de llegar a Harvard. En definitivas cuentas, estoy rodeado de nómadas. Un estilo de vida muy atractivo cuando se observa a distancia pero que, en realidad, esconde una existencia dura. En las pocas semanas que llevo aquí he tenido ocasión de comprobar cómo el tema aparece frecuentemente en las conversaciones en el comedor: la mayoría de ellos se mueren por obtener una posición estable en una buena universidad (y si es posible en una ciudad atractiva) que les permita estabilizarse y organizar sus familias. No te imaginas lo que significa tener que volver a empezar cada vez que te trasladas a una nueva ciudad, se lamentaba Giulia durante el aperitivo del lunes pasado. No me lo imagino porque no tengo dos niñas pequeñas como ella.
Este es un tema sobre el que he reflexionado mucho en los últimos tiempos: la inmensa mayoría de mis colegas, estudiaron en la Universidad de Barcelona, obtuvieron su doctorado en la Universidad de Barcelona y ahora dan sus clases en la Universidad de Barcelona. Vaya, que nunca han abandonado el punto de partida. No les acuso porque el sistema universitario español apenas permite la movilidad. Y es una verdadera lástima que sea así. Esto, condiciona sin duda unas relaciones personales que tienden a encharcarse con el transcurrir del tiempo. No siempre resulta sencillo convivir con las mismas personas durante treinta o más años. ¿Condiciona también su actividad intelectual? ¿Se puede adquirir una visión amplia de la complejidad del pasado histórico si nunca te has movido del mismo punto? No quisiera dogmatizar porque, sin duda, siempre habrá quien me objete mil excepciones. Pero, por si acaso, procuro aconsejar a mis estudiantes de doctorado que viajen tanto como puedan y que consideren que su mercado laboral será el mundo. No todos me hacen caso o no todos tienen los recursos y las circunstancias que les permitan hacerlo. Después de haber obtenido su grado en Coimbra, Joana Fraga hizo su doctorado en Barcelona, pasó un año en París y dos en Turín antes de regresar a Portugal. Aunque intuyo que Lisboa no será ni mucho menos, su última etapa. Sé que esto es duro, pero estoy convencido de que es el camino correcto.