Ayer pasé el día en Roma para participar en el seminario que con un título algo sorprendente, La decadenza più bella: Italia, Spagna e la “questione barocca”, había organizado Rafael Valladares en la Escuela Española de Historia y Arqueología.
En los últimos años se ha puesto de moda cuestionar el mito de la supuesta decadencia de la monarquía de España en el siglo XVII. No niego que haya fundamento para ello, pero, en general, tiendo a desconfiar de esos cambios de paradigma que aspiran a revalorizar ciertos periodos de la historia como si su importancia dependiera del éxito o el fracaso de los gobernantes. Los historiadores que nos ocupamos de la Edad Moderna hemos visto como este cambio de cliché interpretativo ha sido aplicado también en los últimos años al reinado de Felipe III que de ser un “Austria menor” ha pasado a ser considerado un monarca pacifista y hábil promotor de las letras y las artes. ¡Qué le vamos a hacer! No podemos dejar de observar el pasado desde nuestro presente y ponemos y quitamos etiquetas según los gustos de cada momento.
Sea como sea, el viaje me ha permitido conocer la sede remodelada de la Escuela Española de Historia y Arqueología, un edificio magnífico situado en un emplazamiento envidiable, a escasos metros de Piazza Venezia, el Foro y la columna de Trajano. Rafael Valladares está insuflando, gracias a un intenso programa de actividades, nueva vida a una institución que había caído en una lánguida decadencia. Como apenas dispone de presupuesto para organizarlas, su estrategia consiste en invitar a los participantes a pasar unos días en Roma alojados en la Escuela a cambio de que éstos se paguen el viaje y la manutención. Y, claro está, ¿Quién se resiste a un alojamiento gratuito en una ciudad como esta donde el precio de los hoteles resulta desproporcionado con la ínfima calidad de los servicios que ofrecen?
La participación en este encuentro me ha ofrecido de paso la oportunidad de volver a saludar a Franco Benigno, del que ya he hablado en varias ocasiones, Carlos Hernando, sin duda el mejor especialista en la historia moderna del Reino de Nápoles y Julio Pardos, uno de los estudiosos del pensamiento político más singulares que he conocido, ágrafo y siempre original en sus puntos de vista. También de conocer a Lina Scalesi, una historiadora siciliana cuyos trabajos, algunos de ellos muy interesantes, apenas son conocidos en los circuitos en los que me muevo.
- La Via Panisperna
Aunque la hora fijada para el inicio del seminario era las 4 de la tarde, decidí llegar con antelación para comer con Manel Serra, un sobrino que acaba de emprender un periodo de ampliación de estudios en la ciudad eterna que me acogió con un calor sofocante para la época del año en la que nos encontramos. Cuando apenas llevaba unos minutos recorriendo a pie el trayecto entre la Stazione Termini y nuestro puesto de encuentro junto a la Piazza Navona, ya me había arrepentido de mi excesiva prevención con las prendas de abrigo. Pero esta es una ciudad para recorrer a pie y con los ojos bien abiertos. No sólo porque los transportes públicos son infames y el riesgo de ser atropellado acecha en cada cruce sino, y sobre todo, porque cada fachada es una caja de sorpresas que sólo la mirada atenta está en condiciones de descubrir. Aunque, sin duda, ayer no era el día más adecuado para detenerse a contemplar fachadas. A la altura de la piazza de Montecitorio me quedé atrapado en medio de una manifestación de agentes forestales del Estado que, por lo que pude deducir del tétrico manifiesto que me entregó uno de ellos, se oponían al proyecto del gobierno de militarizar el cuerpo.
Tras el almuerzo en la terraza de una pequeña trattoría vecina donde nos ofrecieron las mejores alcachofas que he probado en mucho tiempo, Manel se empeñó en mostrarme el Palazzo di Sant’Apollinare donde tiene las clases. Definitivamente, si los cursos están al mismo nivel de las vistas que se pueden contemplar desde la terraza, saldrá de aquí hecho un pozo de sabiduría.
Como esta tarde tenía una cita en Florencia con Andrea Bertolini no he podido aceptar la oferta de Rafael para pasar el fin de semana en Roma. ¡Sin duda, una oportunidad perdida! Tras el sofocón de ayer, esta mañana he decidido tomarme con más tranquilidad el paseo entre la Escuela y la estación así que me he levantado temprano y sigilosamente para no despertar a mis colegas, los ronquidos de uno de los cuales, podían oírse por toda la planta donde se encuentran las habitaciones.
A la salida de la cafetería del hotel Metropolitano, donde he tomado el preceptivo capuccino con el cornetto, me cruzo con Julio Pardos que ha tenido la misma idea que yo pero no porque tuviera prisa por regresar a Madrid sino porque deseaba disfrutar de la ciudad durante los tres días que tiene previsto quedarse. He hecho bien en seguir el consejo de Franco Benigno y en vez de seguir el itinerario por las calles invadidas por el tráfico tomar la via Panisperna que concentra la vida romana en estado puro. Por mucho que sea consciente de ello, nunca me deja sorprender la diversidad de este país en la que cada ciudad es un mundo.