Las previsiones meteorológicas de los campesinos de la VIT se han cumplido al pie de la letra. Tras una semana calurosa, el día ha amanecido con nubarrones amenazantes sobre el monte Morello. A pesar de ello, al salir de la Academia no imaginaba que fueran a descargar tan rápido y con tanta furia. En vista de los colapsos del tráfico que estos días pasados se han formado en la via Bolognese, hoy he decidido probar la ruta alternativa hasta la VIT por el viale dei Mille, pero cuando todavía no había llegado al Ponte Roso el agua ha empezado a caer a raudales así que, sobre la marcha, he optado por modificar mi itinerario y dirigirme al Kunst que se encuentra mucho más cerca. He llegado empapado. La primera operación ha consistido en tratar de secar la ropa como buenamente he podido en el surtidor de aire del lavabo. Por suerte se trata de un aparato alemán que emite un aire generoso. En realidad, estos días me da casi igual trabajar aquí que en la VIT. Como me encuentro todavía en la fase de clasificar mi fichero lo único que necesito es una conexión a internet. Me da un poco de rabia tener que dedicar tantas horas a una actividad que podría haber hecho en Barcelona pero uno no siempre puede programarse como quisiera.
A las 7 de la tarde he quedado con Giorgio Fozzati para asistir a la inauguración de la muestra La Bellezza Divina. Tra Van Gogh, Chagall e Fontana, en el Palazzo Strozzi. Desde hace ya algunos años, Palazzo Strozzi organiza algunas de las exposiciones más interesantes de cuantas se celebran en Florencia. Hasta tal punto me parece que eso es así que en varias ocasiones he viajado expresamente desde Barcelona sólo para visitarlas. De algunas de ellas escribí un comentario en el suplemento cultural del diario La Vanguardia. La que le dedicó a Bronzino “Pittore e poeta alla corte dei Medici” resultó decisiva para emprender mi investigación sobre Eleonora. Cierto que la que se inaugura esta tarde no guarda relación directa con mi campo de estudio pero, como ya he comentado, la compleja relación entre la religión y estética moderna me interesa de modo especial. Además es una oportunidad de intercambiar puntos de vista con un experto sobre el tema como Giorgio.
Giorgio debe ser el turinés que mejor conoce Florencia (y, lo que es más difícil todavía, a los florentinos) a pesar de que lleva relativamente poco tiempo viviendo aquí. Aunque su formación es como abogado y periodista su verdadera pasión es el arte. Ha sido capaz de crear de la nada una escuela para la formación de jóvenes artistas a pesar de la fuerte competencia y el laberinto burocrático. He conocido pocas personas con su capacidad para las relaciones públicas.
Estoy acostumbrado a ver a Giorgio ataviado con su impecable pajarita, su sombrero de ala ancha ligeramente ladeado y su gabán de color beige claro. Por eso me ha sorprendido cuando hoy a aparecido con su motorino y atuendo deportivo. Sígueme, me ha dicho nada más saludarme. Llegamos con el tiempo justo y habrá mucha gente. No se equivocaba. En realidad, el acto de presentación no era en el propio Palazzo Strozzi sino en el vecino teatro Odeon, toda una institución en la ciudad. Luego saludaremos a la gente, ahora lo importante es coger un buen sitio. Una de las características de Giorgio es que siempre sabe lo que hay que hacer y no hay obstáculo que le frene. Mientras nos acomodábamos en las butacas, los oradores estaban subiendo al proscenio. Cuento hasta nueve. Espero que no pretendan hablar todos, pienso. Me equivoco. Nadie está dispuesto a renunciar a su minuto de gloria ante lo más granado de la sociedad local. Tras haber sido instruidos sobre la complejidad que ha supuesto organizar una exposición que, por lo visto, ha requerido tantas colaboraciones como ésta, somos invitados a trasladarnos al palazzo para tomar un aperitivo y visitar las salas. Vana pretensión. El cortile está abarrotado, los camareros apenas pueden circular con sus bandejas entre el gentío y recibimos indicaciones de que quien quiera tomar algo deberá proporcionárselo por sus propios medios. La cola para subir hasta la sala de exposiciones llega hasta la Piazza degli Strozzi. Mejor será hacerlo en otra ocasión, pienso. Además he perdido a Giorgio que desde la salida del teatro no ha dejado de saludar conocidos. Definitivamente, hay otra Florencia que hasta ahora desconocía por completo.